El horario de verano es una innovación sin precedentes en el sistema laboral que no hay que confundir, pese a su asombroso parecido, con las vacaciones de verano, 30 días para desconectar. Son casi lo mismo, pero con matices. En vacaciones de verano uno, directamente, no va a trabajar. ¡¡Bien!! En cambio en el horario de verano uno tampoco va a trabajar, solo que indirectamente: el afortunado usuario de la llamada jornada continua sale de casa, aparca, entra en la oficina, se lleva a un compañero a tomar café, vuelve para coger la chaqueta colgada en el perchero, apaga el ordenador y a casita. Es lo mismo pero con un rodeo. El horario de verano consiste, en esencia, en que como hace calor, y eso que aquí en Almería no aprieta y a la peña no le apetece trabajar, pues se llega a un acuerdo salomónico entre la parte contratante y la parte contratada: se entra más tarde y se sale más temprano, que el termómetro está desatado y tampoco es cuestión de sudar la gota gorda. No todo el mundo puede tener el horario de verano, claro. ¿Usted lo tiene? Debe ser eso que le llaman conciliación.
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