Del indulto a la amnistía

No está en juego la independencia de Cataluña, sino la pervivencia del sistema como salió del pacto constitucional

La concesión del indulto para los condenados por el Procés puede considerarse como el punto de inflexión de la nueva política española, y de referencia para lo que está por venir. Una decisión del presidente Sánchez absolutamente impopular, tomada además contra el criterio del tribunal sentenciador, y contraria al sentimiento mayoritario de sus propios votantes, que amenazaban con darle la espalda. Sin embargo, cuando estos fueron llamados a las urnas hace un mes, no lo tomaron en cuenta, y el respaldo del votante socialista fue mucho mayor del esperado, impidiendo la mayoría necesaria de las derechas.

El salto al vacío tuvo al final su red, por muy invisible que parezca, de ahí la alegría exagerada en la noche electoral. Desde entonces, los movimientos habidos no hacen sino confirmar la hoja de ruta: un desplazamiento del eje de la política española desde Madrid a Barcelona, con un PSC reforzado en su perfil más nacionalista y recuperado como partido de referencia allí, y unos partidos independentistas en retroceso. Contrariamente a lo que repite esta derecha en Babia, no es la independencia lo que está ahora en juego. Diríase, por el contrario, que la independencia está más lejana, y es un marca, más que un objetivo. Lo que está en juego es la propia pervivencia del sistema como salió del pacto constitucional, la consolidación de nuestra democracia como un espacio de convivencia donde todos tengamos los mismos derechos, residamos en Cádiz o en Sant Feliu de Llobregat. La gran paradoja de nuestro tiempo es que los que no paran de dar la tabarra con la solidaridad y la justicia social son los primeros en apoyar esta deriva confederacional en la que se haya instalada la izquierda, tan perjudicial para la necesaria cohesión territorial.

Por eso, yo no dudo en que Sánchez seguirá habitando la Moncloa, aunque sea en precario, y que las concesiones al nacionalismo seguirán su curso, incluyendo lo que ya sin tapujos llaman la desjudialización del conflicto (ergo amnistía) en la que vienen trabajando sin denuedo los fontaneros de Moncloa. Mucho se habla de la dependencia de Sánchez ante Puigdemont, pero menos de que la suerte del fugado está en gran medida ligada al éxito del presidente. Ser el primer débil entre los débiles es precisamente lo mejor que este sabe hacer, y esa fortaleza en la debilidad es la que exprime, día a día, con la aquiescencia de sus votantes.

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