
Vía Augusta
Alberto Grimaldi
A Montero no le salen las cuentas
Cuando se habla de sostenibilidad en arquitectura, se suele pensar en paneles solares, etiquetas verdes y certificaciones que justifican la conciencia. Sin embargo, bajo el título Internalities, el Pabellón de España en la Bienal de Venecia de 2025, comisariado por Roi Salgueiro y Manuel Bouzas, propone una mirada algo más profunda. Hacia lo que está antes de la forma, antes del gesto y por supuesto, antes de los sistemas activos de eficiencia energética. Internalities pone el foco en el origen del material, desde el impacto de su extracción hasta el oficio que lo transforma.
La utilización de materiales como la madera, la tierra, la piedra o cualquier tipo de material reciclado exigen tiempo, técnica y confianza mutua entre arquitecto, promotor y constructor para poder llevar cualquier proyecto de arquitectura a buen puerto. Quienes trabajamos en estudios pequeños sabemos que cada obra es una lucha entre lo que uno quiere hacer y lo que uno puede hacer. Entre la sostenibilidad que se proclama y la que se llega a ejecutar en obra realmente. Entre lo deseable y lo posible.
Lo que termina abundando al final suele ser el ladrillo, el hormigón armado y el acero, es decir, materiales con los que el constructor de turno siempre se siente cómodo trabajando, rápido y eficaz. Los presupuestos ajustados, el poco interés de innovación, la falta de implicación o los plazos de obra, acaban imponiendo un camino aparentemente más fácil y cómodo. Lo conocido, lo rápido y lo barato, acaba siendo lo más contaminante. Al igual que en la alimentación, comer bien es complicado y caro, mientras que el menú ahorro del Burger King está al alcance de cualquiera.
Internalities pone el foco donde más duele: en la contradicción entre nuestros discursos como arquitectos y nuestras acciones. No se trata solo de reducir las emisiones, sino de desenterrar saberes, oficios y formas de habitar que fueron descartadas en nombre del progreso, pero que en realidad, serán las que nos permitan seguir creciendo de forma sostenible durante más tiempo. Los muros encalados en blanco en el mediterráneo o las estructuras tectónicas de madera en el norte de España, son el pasado e inevitablemente tendrán que ser el futuro. Porque al final, descarbonizar la arquitectura no será una cuestión de estilos, sino de valores. Un hacer consciente que nos permita seguir viviendo de forma racional.
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