
La mirada zurda
Antonio Guerrero
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La leja
Mayo florece con un simbolismo especial. Es el mes de la primavera en plenitud, de la vida que renace… y también, el mes en que celebramos a las madres. No es casual. Mayo honra el poder creador, la entrega silenciosa y la fuerza que habita en quienes han dado vida. Es, también, un buen momento para reconocer que ser madre es una forma de liderazgo que, aunque a menudo invisibilizada, transforma el mundo desde lo más profundo. Ser madre hoy es un acto de equilibrio constante. Entre la entrega y la identidad propia, entre el deseo de estar y la necesidad de avanzar. Entre el amor infinito y la carga invisible de expectativas. Pero en esa tensión cotidiana, muchas mujeres encuentran una verdad poderosa: la maternidad no limita el liderazgo, lo revela. Nuestra historia lo demuestra. Isabel la Católica, madre de cinco hijos, lideró un imperio con mano firme y visión clara, sin dejar de ejercer su maternidad. Federica Montseny, madre y ministra en plena República, equilibró política y crianza desde la convicción libertaria. Clara Campoamor, hija de una madre valiente y trabajadora, llevó su legado al Congreso para conquistar derechos que cambiaron vidas. Hoy, los desafíos siguen: integración de la vida laboral y familiar, falta de apoyo estructural, estigmas que pesan más sobre las madres que sobre nadie. Y, aun así, miles de mujeres lideran cada día desde sus hogares, sus empresas, sus comunidades. Educan, organizan, negocian, inspiran. Ser madre es dirigir una vida que empieza, pero también sostener la propia sin perderse. En lo espiritual, mayo también está dedicado a la Virgen María, Madre por excelencia. Modelo de entrega serena, de fortaleza silenciosa, de liderazgo compasivo. María no buscó el poder, pero con su fe cambió la historia. Su figura nos recuerda que la maternidad, vivida con conciencia, es también una forma de transformar el mundo.
En este mes que les pertenece por derecho y por amor, celebremos a las madres no solo con flores, sino con reconocimiento: por ser líderes de la vida, aun cuando nadie las aplauda. Porque donde hay una madre consciente, hay un futuro que se está escribiendo con esperanza. Entonces, ¿es posible ser madre y líder? No solo es posible. Es real, ha sido histórico, y sigue siendo urgente visibilizarlo. Porque una sociedad que reconoce el valor de las madres como líderes, es una sociedad que honra su origen y fortalece su futuro.
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