OPINIÓN | Luces y razones
Antonio Montero Alcaide
Las cosas del querer
Una de las obras esenciales para comprender la estructura y consecuencias del totalitarismo es Archipiélago Gulag de Alexandr Solzhenitsyn. El autor de Un día en la vida de Iván Denísovich (1962) y El primer círculo (1968) nació el 11 de diciembre de 1918 en la ciudad de Kislovodsk, Cáucaso Norte, cerca de la frontera con Georgia. Una región conocida por sus fuentes de aguas termales y sus balnearios. Murió en Moscú el 3 de agosto de 2008. Escritor e historiador que dio a conocer al mundo el horror de los gulags de la Unión Soviética. Su familia se trasladó a Rostov del Don. Estudió en la Universidad Federal del Sur. Se interesó por las ciencias y las humanidades. Matemáticas, historia, filosofía, física y literatura. El mismo año en el que se graduó, 1941, ingresó en el Ejército Rojo. Del cuerpo de transportes pasó a ser oficial de artillería. Participó en la batalla de Kursk, la mayor batalla con tanques que registra la historia. Al final de la II GM, en el mes de febrero de 1945, fue detenido y acusado de “delitos de opinión” por unas cartas que, junto a un amigo, habían enviado criticando el modo en el que Stalin dirigía la guerra. Solzhenitsyn: “Cuando la vida se teje con estambres legalistas surge una atmósfera de mediocridad moral que paraliza los más nobles impulsos humanos”. Conducido a la temible Lubianka de Moscú, cuartel general del KGB, actual Servicio Federal de Seguridad (FSB) fue condenado a ocho años de trabajos forzados. Pasó los primeros años en varios campos del Gulag. Archipiélago Gulag era el nombre de la red de campos de internamiento y de castigo soviéticos. En la segunda mitad del siglo XX millones de personas fueron encarceladas en estos infiernos en la tierra. Debido a sus conocimientos en matemáticas fue trasladado a un centro de investigación científica para presos políticos, custodiado por la Seguridad del Estado. Escribió los tres volúmenes de Archipiélago Gulag entre los años 1958 y 1967. La historia de como y en qué condiciones los redactó, da para otro libro. Dice A. S. “Sabemos que nos mienten. Saben que nos mienten. Saben que sabemos que nos mienten. Sabemos que saben que sabemos que nos mienten. Y aún así, nos mienten”. No será porque no estamos advertidos. Los plomeros del esperpento progresista están poniendo las cañerías del “delito de opinión” en España. Sabemos que nos mienten ¿No hacemos nada?
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