Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

¿Qué moción de qué?

Asistimos diariamente a debates inútiles e ineficientes en los que cada parte se encastilla en sus ideas

Ver un trozo del debate de la esperpéntica moción de censura encabezada por el señor Tamames en una cafetería de un polígono industrial me recordó aquella frase de Groucho Marx que define la política como el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después remedios equivocados. Y no sólo porque era imposible que saliera adelante. Sino porque ni siquiera tenía sentido a pocos meses de las elecciones, con los Presupuestos aprobados y en ejecución y con las elecciones autonómicas y municipales a la vuelta de la esquina. Más que un programa de gobierno, se defendió una crítica general contra las políticas del actual que no dio más que para una sesión ampliada de las de reglamentario control al Gobierno, que tampoco es que levanten pasiones entre la ciudadanía.

Pero lo peor de todo fue constatar que el Congreso se comporta como aquella reunión de teólogos que discutía en Constantinopla sobre el sexo de los ángeles mientras los otomanos batían sus murallas con la gran bombarda. Aquel debate tan alejado de la realidad como esta sesión parlamentaria, acabó cuando los jenízaros se encontraron abierta una portezuela de la muralla y esa misma tarde, Mehmet II cruzaba a caballo la ciudad. De los teólogos sólo nos quedó la anécdota de la inutilidad de su debate y expresiones como la antedicha sobre los ángeles y otra, perfectamente aplicable a la actual política española, que es la de mantener una discusión bizantina. Al fin y al cabo, en la moción se dedicó casi más ímpetu a la Guerra Civil que a la inflación o al paro. Y esa es la tónica general. Asistimos diariamente a debates inútiles e ineficientes en los que cada parte se encastilla en sus ideas, tomándolas por la verdad absoluta y reduce la disputa a un combate del que pretende salir ganador, aunque nunca acabe siéndolo, salvo a los puntos. Y sólo para la propia parroquia.

Si la Transición política fue un éxito, se debió a que el debate se basó en el diálogo, en buscar los puntos de encuentro, en avanzar con la idea de mejorar la situación de todos, no en imponer un programa político, una moral determinada o una visión del mundo y de la historia. Y, sobre todo, en que se debatía sobre lo que la gente conversaba en los bares. El martes, políticos y periodistas peroraban sobre cuestiones bizantinas, mientras en la barra del bar se hablaba de los precios, el trabajo, los hijos y el futuro…

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