Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

A por el nuevo mundo

Como en las típicas fases de una borrachera, con el contagio del Covid-19 pasamos más o menos sucesivamente por la negación de la evidencia, la desinhibición en red social o balcón con sus cánticos populares, la comprensión experta de la epidemia y su combate, los insultos al clero (el Gobierno), hasta el vacío interior producidos por el confinamiento, asimilable esta última etapa a los preámbulos de una larga y cruel resaca. Del descreimiento a la guasa, de ahí a la búsqueda de culpables y al temor, para acabar -quienes podemos contarlo- con una clara sensación de cambio de ciclo personal y colectivo. Vienen tiempos de incertidumbre y ansiedad. En la prensa hemos leído y oído datos, promesas, previsiones y mentiras en cada una de esas fases de la pandemia en España, y como dijo Luis Sánchez-Moliní aquí hace unos días, ha surgido un nuevo género periodístico: la profecía sobre el mundo posvirus. Vayamos.

Volaremos menos y habrá menos despedidas de solteros beodos que van "a darlo todo" a un destino Ryanair. Desperdiciaremos menos. Obedeceremos mejor a la autoridad; hablaremos menos del nacionalismo, seremos más resilientes (cualidad que Antonio Garrigues identifica con el manque pierda bético). Dicen, y uno lo cree, que respetaremos más lo común, y toleraremos peor a los granujas con aires de ganador. Algunos afirman que los apóstoles de la fe en el mercado libérrimo se callarán durante un tiempo. Vi miedo en los ojos de Trump en una comparecencia el viernes. En su país, todavía el más poderoso del mundo, las costuras de la pobreza revientan de coronavirus.

Las jornadas laborales y la presencia en el puesto de trabajo no serán dogma -tuvo que venir el bicho- en este país de echahoras en el que presumir de "no parar" se identifica con laboriosidad, y no con una improductividad de manual. La enseñanza tiene ante sí una oportunidad de mejorar, aun con serio riesgo de que las tornas se perviertan hacia una nueva burocracia de plataforma de internet y obrerización del profesor. Las tiendas y negocios de cercanía serán más valoradas por los vecinos, que volverán a ellas: se puede vivir sin los becerros de oro comerciales, y quemando mucho menos combustible inútilmente. El desperdicio irresponsable, un rasgo desarrollista, será puesto en duda después de estos ejercicios espirituales -o la mili en casa-. Los apartamentos turísticos en barrios y hasta casas de vecinos están condenados a una racionalidad y respeto que no tenían. Salud y medio ambiente, en fin, son dos caras de la nueva moneda, la de la supervivencia.

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