La Rambla
Julio Gonzálvez
Paz y felicidad
Un nuevo lenguaje, que no sé definir, arrasa las teorías, deroga la lógica e inocula supersticiones que movilizan masas y crean líderes que despiertan miedos. Es un lenguaje cargado de exabruptos que los convierte en cruzados del nuevo mundo inaugurado por Trump. Su fanatismo es irritante, incontestable y sacralizador. En su ADN no habitan los valores de inclusión y convivencia sino el sectarismo, el delirio y el odio al diferente.
No conocíamos el lenguaje “orweliano” de Netanyahu hasta que nos mostró su barbarie en Gaza, y ahora Trump, desde su lenguaje “woke”, pretende que nos volvamos sordos y ciegos cuando promete tomar el control de esa Franja mediterránea de Gaza para convertirla en la Rivière de Oriente Medio. Es una nueva moral nacionalista “woke” desde Putin a Trump: el celo absurdo de hacernos creer que los gazatíes son una amenaza para el orden mundial, tanto como para Orbán, Le Pen, Meloni, Salvini o Abascal son los migrantes los causantes de los males en nuestras fronteras.
Su activismo es indómito, se refrescan no con abanicos sino con golpes de pecho y, amparándose en la democracia, son más revolucionarios que nadie, desde donde dicen lo que les da la gana en su “agenda setting”, ya que para un “woke” las redes sociales son las que deciden qué asuntos poseen interés informativo para ser tratados, influyendo indirectamente en la agenda pública.
Se niegan a colgar la bandera arcoiris en las instituciones, vetan la legalidad a las parejas del mismo sexo para formar una familia, escupen sobre la ley trans porque “borra” la identidad de las mujeres y, en su activismo, consideran que la salud y la educación no son derechos “porque alguien los tiene que pagar”, o promueven el excelente modelo pedagógico de prevenir la homofobia prohibiendo las charlas de educación sexual en las escuelas. Si mañana decides desayunar con tu vecino “woke”, no te espantes si te habla del activismo de su líder Abascal cuando viajó a Wahingnton para recoger el legado que encarna Trump y lacayos sobre qué educación, qué economía, qué prensa, qué cultura, qué inclusión y qué equidad a lo “woke”, porque la historia es cíclica y se repite cuando el presidente alemán Hindemburg nombró canciller a Hitler, pero el partido de izquierdas más grande de Europa occidental, el socialista, en vez de movilizarse aconsejaron a sus militantes “esperar” y sucedió que “...como un naufragio hacia adentro nos morimos/ como ahogarnos en el corazón/ como irnos cayendo desde la piel al alma”, escribió entonces Neruda. Ya sabemos lo que sucedió después.
También te puede interesar