
La mirada zurda
Antonio Guerrero
Realismo Político. La lección de Maquiavelo
Monticello
El “reencuentro total” ha sido el concepto usado por el que fuera jefe de gabinete del Presidente, Iván Redondo, en su labor como publicista en las páginas de opinión del diario La Vanguardia. Ideólogo confeso de la moción de censura de 2018, Redondo ha situado en este hecho histórico la pars destruens de una cultura política, arraigada desde la Transición, y basada en el bipartidismo, que daría origen a una reconfiguración constitucional de España en clave plurinacional. La amnistía y el confederalismo fiscal con Cataluña serían el punto de no retorno en el cambio feliz de nuestra materialidad constitucional. Un cambio ejecutado al margen de la publicidad del programa electoral del partido de gobierno y también de la propia legitimidad de un proceso de reforma constitucional. Según la tesis del más afamado de nuestros spin doctors, el déficit democrático en este viraje lo supliría en su momento el artículo 92, es decir, un referéndum, no se sabe bien sobre qué, que serviría como fasto formal de esa nueva fratría entre españoles.
En su última columna, escrita tras el conocimiento de los hechos obscenos de los que hemos tenido noticia a través del informe de la UCO, y que confirman el escaso tino del Presidente Sánchez en la elección de secretarios de organización, Redondo concluía que la confianza es un elemento determinante en la gobernabilidad política y que aquella se había roto. La realidad, sin embargo, es que dicha ruptura de la confianza fue anterior y se produjo justo cuando las necesidades aritméticas corrompieron el propio concepto de reencuentro, de modo que los acuerdos concertados de espaldas a la ciudadanía, sin pedagogía ni publicidad democrática, fueron utilizados como línea divisoria entre españoles.
A la luz de nuestro debate público y de lo pedestre que es el ideario y el verbo del populismo derechista español, cuyos votos parecen determinantes en una futura alternancia política, es importante aprender de esta legislatura que un país corrupto es una lacra democrática, pero que no es menos funesto, para la integración de los ciudadanos, un país no acordado en sus elementos esenciales, a través de una conversación pública honesta. Y luego, que la fortuna nos libre, si es posible, de que los juegos con la teoría del Estado por parte de los spin doctors formen parte de nuestra realidad.
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