Utopías posibles

Luis Ibáñez Luque

Los parches o el cambio radical

31 de octubre 2025 - 03:08

Un parche queda genial, incluso puede ser «estiloso». Sin embargo, si hubiera dos, tres, cuatro, cinco o diez agujeros que tapar… a nadie le gustaría llevar el pantalón entero lleno de parches. Algo así sucede con el sistema educativo. Desde al año 90 hasta ahora ha habido una constante sucesión de parches, uno tras otro, con la intención de tapar los huecos, las carencias, los fallos. A veces eran parches bien bonitos, otras veces los más económicos o los que la urgencia dictaba que había que elegir. Muchas veces eran los primeros que se le ocurrían al político, al técnico o al amiguete de turno.

Sucede también que utilizamos la palabra «radical» con un sentido despectivo. Decimos que los cambios han de ser graduales, que no se puede cambiar todo de la noche a la mañana, etc., mientras generaciones enteras de estudiantes pasan por la escuela y salen eligiendo fascismo, con problemas de salud mental y renunciando a cualquier idea de justicia social. La palabra «radical» significa literalmente «ir a la raíz» de las cosas, al origen, al elemento clave, aquello que es la causa de todo lo demás.

¿Los resultados son bajos en lengua y matemáticas? Proponemos más horas y más horas y más horas de estas materias, sin cambiar nada más, sin pararse a pensar de que igual si estuvieran motivados con actividades creativas y con otras actividades, todo mejoraría. ¿La convivencia es mala? Tranquilidad. Nos inventamos un proyecto que damos a todos los centros por hacer palomas de la paz el 30 de enero y con eso decimos que ya tenemos miles de centros que trabajan la convivencia. ¿Es la atención a la diversidad la que falla? Cogemos un proyecto europeo y lo troceamos hasta en 900 partes (ejemplo real), aunque la dotación económica y de personal llegue a ser ridícula. Pero eso sí, ya tenemos 900 centros que trabajan la inclusión, sobre el papel. Para trabajar razonamiento matemático, enviamos un «kit» de actividades a las escuelas. Para la igualdad, tenemos un par de días. Para la lectura, nos inventamos una figura de «comprensión lectora» que nadie sabe en qué consiste y un plan lector impuesto por decreto que la mayoría del profesorado no sabe utilizar adecuadamente. Y así sucesivamente. La última: «kit de educación emocional» a raiz del reciente suicidio de una joven adolescente. Y la escuela ya, de tanto parche, no la reconoce nadie. La tela amenaza con desmenuzarse en cualquier momento, de tan desgastada que está. Seamos radicales. No cedamos ni un milímetro en ello.

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