
Crítica literaria
Francisco Bautista Toledo
Son palomas pensajeras
Hace unos años se llevaban las obras para intentar aligerar el tráfico en las grandes ciudades. No dejaba de una felicidad vivir en ciudades como la nuestra, donde los atascos nos son muy numerosos, si los sacamos de las grandes fiestas, caso del día de la cabalgata de reyes. Teníamos un puente sobre la autovía del Mediterráneo, pero es por culpa de las vías del caballo de hierro que lo cruzaban. Ese puente ha dejado de existir. Albricias, dirán algunos. Un estorbo menos sobre la piel de nuestra ciudad. Lo cierto, y hay que reconocerlo, es que desde aquellos años que en se inició el puente, sobre la que un principio fue Avenida Carrero Blanco, la ciudad ha cambiao una mijica, no mucho, cierto, pero lo suficiente como para que el tráfico que soporta esa zona se pueda ver perjudicado por la caída del puente. El lío se ha anunciado en los medios, lo comentan los vecinos, y lo sufren los conductores que tienen que circular por la zona. Algún alto político municipal se agarra al hecho de que estas situaciones harán que los ciudadanos nos vayamos olvidando de los coches. ¡Ilusos, tontos y de capirote! Nos montemos en bicicletas, como ocurre con algunos ciudadanos, y así vayamos a trabajar.
Siguen empeñados en las ciudades de quince minutos, en quitar los coches, imagino que también en acabar con los viejos a los que les cuesta montar en bici y a los que las piernas les van creando problemas. Da la impresión de que estos políticos solo quieren razas fuertes ¿a qué me suena lo de las razas fuertes? hombre y mujeres duros en el andar, campeones a lo Alcaraz y triunfadores a lo Federico Martín Bahamontes, vamos, y al que no de la talla, que no salga de casa.
Es posible que la caída del puente sea un beneficio para la ciudad y los ciudadanos, y eso lo vamos a ir viendo con el tiempo, pero, así, de entrada, el servicio que estaba ofreciendo era positivo para el tráfico en esa zona. Ahora tendrán ustedes una rotonda más colapsada de la que ya estaba antes del derribo de la obra levantada en su día. Y como única solución nos indican que dejemos el coche en las puertas de nuestras casas y vayamos andado o en autobús al centro, como si el servicio del bús fuera eficiente, no lo es ni para subir a Torrecondenas, como para exigirlo camino del Paseo. No se lo creen ni hartos de americanos en el Amalia. Entiendo a los comerciantes del casco, asfixiados, ese va a ser su vivir el día a día, y es que tenemos unos cerebros en la Plaza Vieja, madre mía, ¡pero cerebros!
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