La Rambla
Julio Gonzálvez
Un deber de los humanos
Valencia, como Almería y todo el levante peninsular, tiene un largo historial de inundaciones y riadas. Todas han tenido casi las mismas características y se han producido en fechas parecidas. Todas, también, han tenido las mismas causas: la invasión del cauce natural de ríos, ramblas y rieras por el hombre. O, cuando menos, su descuido en cuanto a limpieza y conservación. Se han construido canalizaciones con el único fin de liberar terrenos para su explotación, canalizaciones que luego no han sido capaces de contener la riada cuando el clima se desata. Poco se ha atendido a las demandas de los técnicos y científicos que siempre han llamado la atención de los políticos sobre estos asuntos con el fin de prevenir desastres, salvar vidas y evitar daños materiales ingentes. Pero las riadas, para nuestra desgracia, se producen muy de cuando en cuando y el hombre, para nuestra desgracia también, carece de altura de miras. Solo ve la ganancia económica inmediata, ante la cual no hay previsión ni cambio climático que tenga alguna importancia. El dinero, ese es el factor. Lo único que importa.
Es de esperar que después de la terrible dana que ha asolado Valencia se revisen los protocolos de emergencias, se inspeccionen los cauces, se retiren aquellas construcciones que sean ilegales y se restauren, claro, las canalizaciones, mejorándolas y aumentando la seguridad de las mismas. Pero también debemos esperar que los políticos, como han hecho siempre, no se van a enfrentar a la propiedad, sea esta bien o mal adquirida, y que los intereses creados por el uso del suelo no se van a contrariar. También sería deseable el fortalecimiento de los servicios de emergencia teniendo en cuenta que el cambio climático no es un invento de la izquierda, sino una realidad que ya está aquí y de nada vale negarlo. Pero…
En Valencia, en el levante, siempre ha habido inundaciones. Y si los políticos no cambian sus habituales ejecutorias siempre las habrá. Los expertos avisan de que cada vez tendrán mayor frecuencia. Si los políticos no se anticipan a eso, si no implementan los mecanismos de prevención y defensa de los ciudadanos ante las desgracias y calamidades públicas, pues habrá que cambiar de políticos. Para eso está el voto. Antiguamente las riadas eran inevitables, las mandaba Dios, con la lluvia. Hoy se pueden prevenir. Para eso está la ciencia. Y la responsabilidad de los políticos.
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