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José Manuel Palma

La sabiduría divina en la inocencia de los niños

29 de junio 2014 - 01:00

DEJAD que los niños vengan a mí; no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios" (Mc 10,14). Estas palabras pronunciadas por Jesucristo, lejos de ser una invitación para que seamos infantiles y olvidemos lo que la vida nos ha enseñado, encierran la clave para vivir con sabiduría y felicidad en este mundo.

Así lo descubrió Leo Buscaglia, escritor y orador motivacional, cuando se le solicitó que fuera parte del jurado en un concurso, para encontrar al niño más cariñoso. La ganadora fue una niña, que hizo lo siguiente. Su vecino, cuya esposa había fallecido recientemente, estaba llorando junto al patio de su casa. Se acercó y se sentó en su regazo. El hombre, después de un rato, dejó de llorar. Y la madre de la niña le preguntó qué le había dicho. A lo que contestó la pequeña: "Nada, sólo le ayudé a llorar".

El segundo puesto del concurso no era menos meritorio. Una maestra estaba estudiando con su clase la pintura de una familia. En la pintura había una niña que tenía el cabello de color diferente al del resto de los miembros del cuadro. Uno de los alumnos sugirió que la niña de la pintura era adoptada. Entonces, una niña le repuso: "Te equivocas. Yo sé todo de adopciones, porque yo soy adoptada". Y el niño le preguntó qué significaba "adoptada". A lo que respondió la niña: "que tú creces en el corazón de tu mamá, en lugar de crecer en su vientre".

La tercera historia también es digna de mención. Una niña estaba intentando conseguir un papel en una obra de su escuela. Su madre pensaba que se lo merecía por el empeño que puso su hija en salir elegida. El día que los papeles fueron repartidos, la madre estaba en la escuela. La niña salió corriendo con los ojos brillantes, con orgullo y emoción, y le dijo a su madre: "Adivina qué mamá", gritó. Y luego dijo, con palabras que permanecerán como una lección, quizás para todos: "He sido elegida para aplaudir y animar".

Hay una cuarta historia que rescato. Cuenta que una niña estaba parada frente a una tienda de zapatos en una calle, descalza, apuntando a través de la ventana y temblando de frío. Una señora se acercó a ella y le dijo: "¿qué estas mirando con tanto interés en esa ventana?". La niña le dijo que le estaba pidiendo a Dios que le diera un par de zapatos. La señora la tomó de la mano y entraron en la tienda. Le pidió al empleado media docena de pares de calcetines para la niña. Preguntó si podía darle un recipiente con agua y una toalla. El empleado le trajo lo que pidió. Ella llevó a la niña la parte trasera de la tienda, le lavó los pies y se los secó.

El empleado llegó con los calcetines. La señora le puso un par a la niña y le compró un par de zapatos. Le acarició la cabeza y le dijo: "¡No hay duda pequeña amiga que te sientes más cómoda ahora!". Cuando ella daba la vuelta para irse, la niña, emocionada, le preguntó: "¿Es usted la esposa de Dios?".

Cuatro historias y cuatro lecciones de los preferidos por Dios.

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