A Vuelapluma
Ignacio Flores
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Según los más fervorosos y crédulos, cada 19 de septiembre, antes de que el otoño diga “ya estoy aquí”, la sangre de San Genaro se licua. ¡¡Vaya, vaya!! Me quedo de pasta de boniato cuando, desde hace muchos años, vengo leyendo dicho fenómeno. Porque no me dirá, estimado lector, que esto es un milagro. Digo yo. El “pseudomilagro” ocurrió, por primera vez, a las 9:57 horas, una hora después de que hubiera sido expuesto, en el altar mayor de la catedral napolitana, el relicario que contiene en polvo la supuesta sangre del santo. Como manda la tradición este hecho se anunció agitando un pañuelo blanco. Así, los napolitanos respiraron tranquilos: no tienen nada que perder, ya que su patrón seguiría protegiendo la ciudad. En 1980, dos meses después ocurrió el terremoto en la cercana Irpinia, donde murieron más de 5.000 personas. La ciencia no se podía explicar por qué el polvo se vuelve líquido un día determinado y luego volver a su estado normal hasta la precisa fecha siguiente. La Santa Sede Vaticana permite el culto y los napolitanos no admiten dudas.
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