Bajo la sombra de Dagón

01 de octubre 2025 - 03:11

En Gaza, más de dos millones de personas sobreviven bajo el fuego, el hambre y el miedo. Según Naciones Unidas, más del 70?% de las víctimas son civiles. Hospitales colapsados, barrios arrasados, niños bajo los escombros. Las imágenes nos golpean, pero no reemplazan conciencias.

El gobierno israelí transforma su derecho a defenderse en un odio enfermo con derecho a destruir. Expertos de la ONU y organizaciones como “Human Rights Watch lo” definen como un posible crimen de guerra. Algunos juristas internacionales hablan ya de limpieza étnica.

No puedo mirar hacia otro lado. No por arrogancia moral, sino porque, parafraseando una metáfora del escritor israelí David Grossman en “Escribir en la oscuridad”, quien elige mirar hacia otro lado elige el lado del asesino. Pero, en este momento de indignación, no es una metáfora.

Muchos líderes europeos eligen callar, pero yo sueño con una Europa que deje de ponerse de perfil y condene el destierro de esa gente; que devuelva el valor a las palabras; y que decir “Gaza” signifique genocidio, y no guerra, ni matanza, ni exterminio.

Hay gente, como Abascal y la señora Ayuso, para quienes el genocidio de Gaza es un exabrupto que se cuela como un videojuego de estrategia, de mapas y cifras. O un “resort town”—destino turístico con el “green light”(visto bueno) de Trump— que resulta más soportable que pensar en seres humanos sin destino.

Sueño con que sean juzgados con nombres y apellidos los responsables, sin excepciones ni blindajes diplomáticos, antes de que el templo de Dagón, dios de los filisteos, se derrumbe sobre nuestras cabezas.

Pero, cuando despierto, veo en los telediarios y escucho en la radio que pocos se han movido de sitio. Sé que es porque Netanyahu es un monstruo al que temen y admiran a la vez. Porque vivimos en un tiempo de monstruos que compran opiniones online, y esos monstruos achican y envilecen el alma, hundiendo a los débiles en diversos grados de desesperación y terror.

Por todo eso, no puedo mirar hacia otro lado. Me obliga el deber de nombrar la deshumanización que veo y recordar, amigo lector, que nuestras conciencias no terminan donde acaban las noticias del mediodía.

El poeta israelí Yehuda Amichai escribió:“De la herida sale la canción, / de la sangre, la verdad.”

Ojalá no haga falta más sangre para escucharla.

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