En tránsito
Eduardo Jordá
Mon petit amour
Lo que más nos “fastijode” de la subida del precio del aceite es que encima nos tomen por tontos. En pocos meses, el aceite de oliva virgen extra (AOVE) en garrafa de cinco litros (del embotellado ni hablamos) costaba entre tres y cuatro euros el litro. Esos precios se habían mantenido varios años. Hace menos de un año, en medio de subidas generalizadas de la alimentación, esa misma garrafa pasó a costarnos, de un día para otro, seis euros litro como mínimo. Y ahora, en plena canícula, no se encuentra por menos de nueve euros. Una subida que oscila, según marcas, entre el 200 y el 300 %. ¿Por culpa de quién? Las explicaciones que nos dan agricultores, envasadores y comercializadores es que la culpa es de la sequía. Por supuesto, políticos y periodistas acogen esta explicación con entusiasmo y la amplifican. Los híperes y súperes les ponen ya sistemas de alarma a las botellas de AOVE, como a los vinos y licores de lujo. Con todo esto, el consumidor se llena de ansiedad y se resigna a pagar más. Y para acabar de redondear el ambiente, llevan tiempo anunciando que la próxima cosecha va ser escasísima, con lo que están preparando el terreno para otra subida, por ejemplo, en Navidades, que es época de máximo consumo.
Esto, en nuestro pueblo, se llama especulación, lo que los clásicos definieron como “agio”. Llevárselo crudo, para decirlo en términos técnicos. No sabemos qué porcentaje de esa subida especulativa se lleva cada eslabón de la cadena: agricultores, almazaras, almacenistas, mayoristas y minoristas. Que conste que la especulación es normal en todas las ramas de actividad de un sistema capitalista como el que, afortunadamente, tenemos en Europa. Lo que nos molesta (para no repetir que nos jode) es que nos quieran colocar la burra de culo, dando por supuesto que todos somos gilipollas. Porque ese anuncio de mala cosecha, es un estímulo para que el que tiene aceite almacenado siga subiéndole el precio. Las lluvias recientes y las que parece que se aproximan van a aumentar la producción de aceitunas, salvo cataclismo imposible de imaginar ahora. Así que las expectativas pesimistas tienen poco fundamento en estos momentos. ¿Bajarán los precios si sigue lloviendo? Mucho nos tememos que se buscarán otra excusa para mantener este precio abusivo. O “ajustarlo” un poco más, ya que el personal se va resignando.
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