La valla del puerto

01 de julio 2025 - 03:08

No es un enrejado, ni una verja, ni una empalizada, ni una valla. Es un muro que al acercarte a él se advierte su brutal desolación al lado de una ciudad que —conviene recordarlo— hace 27 años no estaba. Alguien levantó esos tres metros de altura como el tajo de un hachazo, rompiendo la antigua hospitalidad que el Puerto de Almería ofrecía a la ciudad; tal vez alguien para atribuirse, pomposamente, el título de autoridad internacional de una frontera Schengen.

Ese muro, hasta ayer infranqueable, escondió a los almeriense la Escalera Real, un pequeño refugio portuario desde donde, hace 145 años fue recibido con 21 cañonazos el rey Alfonso XII. Pero a finales de los 90 la Autoridad Portuaria decidió arrancar esa escalera piedra a piedra y arrojarla al olvido, como si fuera sarcoma.

Así, tras ese muro, los almerienses cambiaron su forma secular de habitar la ciudad, de contemplarse en el pulso lento paseando desde la Puerta del Mar y reconocerse heredero de un tiempo mientras caminaban hasta el Varadero.

Desde el Muelle de Levante, los edificios de Almería, con toda su impericia para ser bellos, conservaban entonces cierto acervo artístico bajo la luz humilde del atardecer. Entonces, el puerto formaba parte de la ciudad, y el Muelle de Poniente a Levante era el destino natural de pasos perdidos en las tardes de invierno. Qué amarga pericia la de los políticos almerienses, capaces de lisiar su propia historia creyendo haber vencido sobre todo lo demás, levantando muros y dejando huérfana a una ciudad que amaba su Puerto. Desde hace 27 años, Almería parecía haberse quedado sin Puerto, aunque el trajín interior era un murmullo que brotaba al otro lado del muro, desde la inestable hermosura del Parque Nicolás Salmerón. Hoy, los albañiles que derriban ese valla quizá no sepan que esa cicatriz atravesó el corazón de la ciudad y que, con su derribo, rescatan las huellas del pasado. Pronto podremos encontrar, otra vez, la ciudad conectada al Puerto, volver a los escenarios de la infancia que pronto serán renombrados con zonas de vida nocturna y restaurantes de aire europeo que permitirán a los almerienses volver a vivir el Puerto, frente al mar, para contarse sus vidas en ese lugar que siempre fue eje de su identidad.

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