En tránsito
Eduardo Jordá
Mon petit amour
Pedir silencio en tiempos ruidosos suena a quimera. El hombre por sí mismo es un insaciable consumidor de ruidos que a su vez produce ruidos para hacerse notar su presencia, para sentirse vivo, para relacionarse y encontrar sentido a su ir y venir a menudo sin rumbo fijo. Estamos inmersos en un mundo lleno de ruidos y de interrupciones que nos alejan de la paz y generan frustración y ansiedad. Frente a esta vorágine de sonidos-ruidos por el centro de nuestra Almería, o por cualquier calle de un día cualquiera, de otra ciudad cualquiera, en las familias y en nosotros mismos, se levanta como un valor excelso, por fin el silencio. El silencio tiene dos acepciones en castellano: una es la ausencia de ruidos, y la otra la de no hablar. Ambas son necesarias en la vida cotidiana si queremos encontrar la felicidad y sobre todo, la paz interior. El silencio, fundamentalmente, me ayuda a entrar en mí mismo para escuchar mi interior; y para descubrir lo que va bien y lo que se puede mejorar. “Yo solo persigo una confortable intimidad que no necesita palabras. Porqué asombrarse de que los muertos no nos hablen de la muerte”.
También te puede interesar
Lo último