
Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La hora de Mazón
La cuarta pared
Han sido necesarios años y años de evolución para distanciarnos de los lagartos gigantes, levantar nuestras extremidades delanteras y erguirnos poco a poco hasta despegarnos casi por completo del suelo. Solo un par de pies son las únicas piezas de nuestro cuerpo encargadas de transmitir todas las cargas y esfuerzos desde nuestra estructura ósea al terreno. Estamos diseñados para vivir desde la verticalidad, con la cabeza alta, la mirada al frente y los pies en la tierra. Nuestra arquitectura corporal nos empuja inexorablemente a la bipedestación.
Sin embargo, pasamos casi un tercio de nuestra existencia tumbados, entregados al descanso necesario que nos permite seguir en pie día tras día sin morir de agotamiento. Pero no siempre esta horizontalidad es una elección placentera. En muchas ocasiones se vuelve una necesidad imperiosa por cuestiones de salud y, como tal, en un fuerte impedimento para el desarrollo normal de nuestras vidas. Las ciudades, los medios de transporte o nuestras propias viviendas no están diseñadas para la horizontalidad, por lo que tener que vivir acostado se vuelve un verdadero dolor de cabeza, o de espalda…
Desde esta posición, el mundo se percibe de manera distinta, desde lo horizontal, el techo se vuelve el protagonista. La mirada no fija el horizonte, sino que se pierde a través del cielo. No se trata simplemente de una cuestión física, la obligación de permanecer en una postura que nos resta movilidad nos obliga a replantearnos muchas cuestiones personales y sociales. Quizás por eso las grandes ideas suelen surgir tumbados, cuando la mente se libera de la obligación de sostener conscientemente el cuerpo y permite que los pensamientos fluyan con más ligereza.
Es curioso pensar cómo la cama puede ser un refugio o una prisión, un espacio de confort o un territorio de limitaciones capaz de afectar antes a nuestra mente que a nuestro propio cuerpo. Frida Kahlo, por ejemplo, tras varias operaciones de espalda y meses postrada en su cama, decidió instalar un espejo en el techo de su dormitorio para poder pintarse a sí misma. Es fundamental seguir realizando todas aquellas acciones que nos mantienen activos y tener la mente despierta para no acabar desquiciados con nuestro entorno. Porque al final, la arquitectura no solo debe responder a la forma en que nos movemos, sino que también a la forma en que habitamos nuestro propio cuerpo.
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