La tribuna

Muchas gracias por todo, sir Anthony

Muchas gracias por todo, sir Anthony
Diario De Almería
Juan Gabriel Mateu

En su día escribí un artículo sobre el magnífico actor Anthony Hopkins por el Día del Síndrome de Asperger de 2024 debido a que él mismo afirmó tener dicha condición. Bien, pues ahora he decidido publicar este artículo también sobre este ilustre intérprete después de haberme leído su libro de memorias “Lo hicimos bien chico” que fue publicado el mes pasado.

Lo cierto es que leyéndolo he experimentado una mezcla de sensaciones entre las que destaco la emoción y la intensidad, así como también recalco la profundidad psicológica a la que invitan varios de los momentos contados en el libro.

La verdad es que la vida de Anthony Hopkins es un ejemplo de trabajo, sacrificio y autosuperación. Es la muestra perfecta de cómo con empeño y dedicación se puede llegar muy lejos pese a haber pasado por rachas muy duras.

Me ha puesto los pelos de punta cómo narra épocas oscuras de su vida a modo de una especie de confesión íntima con la que en cierto modo nos pide y se pide perdón a sí mismo logrando de esa manera espantar a los fantasmas que durante mucho tiempo lo han aquejado.

La honestidad que transmite en cada página es colosal. Son unas memorias con las que podríamos decir que trata de reconciliarse con su pasado, lleno de luces y sombras.

Este libro nos hace conocer el áspero ambiente de la ciudad galesa de Port Talbot, lugar donde Anthony Hopkins nació y se crió pese a la violencia y alcohol que abundaban por allí. Eran unas circunstancias que daban la impresión de abocarlo al fracaso, cosa que a día de hoy, a su vasta cantidad de admiradores le parecería totalmente impensable.

Sin cortarse nada, Hopkins nos cuenta cómo su infancia y adolescencia improductivas pasando por dos internados en los que sus bajas calificaciones dieron lugar a la desesperanza de sus padres. Pero también nos dice como vislumbró la luz al final del túnel tras disfrutar de la obra “Hamlet” sabiendo de esa manera que su vocación era la interpretación, la cual lo llevaría a la cima.

Anthony Hopkins empezó como actor de teatro y luego le encantó dar el salto al cine, pues le parecía un trabajo más cómodo y llevadero. También asevera que muchos intérpretes no son capaces de dar ese salto. No es de sorprender que alguien tan talentoso como es él interpretativamente sí lo fuera.

Cuenta también que siempre fue una persona excéntrica y solitaria incapaz de adaptarse a contextos sociales, lo cual le generó una sensación de vacío y un complejo de inferioridad que desembocarían en un alcoholismo con el que terminaría en diciembre de 1975 después de una resaca monumental con la que se despertó en una habitación de hotel sin recordar nada de la noche anterior. Esto marcó un punto de inflexión clave en su vida.

Más adelante abandonaría a su mujer y a su hija porque según dice se dio cuenta de que era demasiado egoísta para ser cabeza de familia. Lleva décadas sin tener contacto con su hija Abigail, la cual, según él mismo dice, parece no ser capaz de perdonarlo teniendo sus razones para ello, aun así, desea lo mejor para ella.

Anthony Hopkins nos cuenta cómo empezó su formación bajo el exigente mando del conspicuo actor Laurence Olivier, como él también galés y conocido suyo Richard Burton fue para él una gran inspiración, y como es evidente nos habla de su inolvidable Hannibal Lecter de “El silencio de los corderos” que le hizo ganar su primer Óscar y que lo llevó a la cumbre del éxito cinematográfico. Cada momento que nos cuenta está bastante marcado por revelaciones de detalles del estilo profesional de Hopkins a la par que por manifestaciones de la fragilidad de este gran actor.

Dejando a un lado lo interpretativo, con este libro supone una odisea interna. El actor nos muestra los sufrimientos que han sido parte de su vida y la forma en que ha logrado vencerlos con clemencia y aprendizaje personal. Nos demuestra que su trabajo de actor no es solamente un oficio, sino que también es una redención y una clave para obtener una alentadora fructificación existencial. El intérprete saca a la luz sus discordancias sin importarle lo más mínimo. Esto es algo fundamental para cautivar al lector y para, de algún modo, aleccionarlo.

Resulta innegable que Hopkins es todo un ejemplo a seguir personal y profesionalmente, especialmente para las personas con Asperger. Muchas gracias por todo, sir Anthony.

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