Esos locos bajitos

Semana Santa

Los podemos ver entretenidos pidiéndole a los nazarenos la cera, asustados cuando pasan a su lado los tambores, comiendo gusanitos...

Un joven penitente de Los Ángeles. / Javier Alonso
José Luis Paredes

03 de abril 2023 - 23:41

Hoy me gustaría poner el foco de atención sobre ellos, esos ‘locos bajitos’ que también disfrutan de nuestra Semana Santa. Por definición, podemos considerar que los protagonistas son los niños tanto el Domingo de Ramos, cuando Jesús entra triunfal en Jerusalén rodeado de ellos, así como el Domingo de Resurrección cuando, con campanas, anuncian que la vida ha ganado a la muerte y el Señor ha resucitado. Es decir, que los niños y niñas están presentes cuando nos encontramos escenas que representan la alegría, la inocencia, la curiosidad, la bondad… actitudes que normalmente les representan.

Hasta ahí nada que decir. Pero también me gustaría que nos fijáramos en ellos durante el resto de la Semana Mayor, ya que también la viven e incluso nos sorprendería la forma que tienen de ver cada uno de los pasos que procesionan por nuestras calles. Porque a simple vista los podemos ver entretenidos pidiéndole a los nazarenos la cera derretida de sus velas para hacer una gran bola; asustados cuando pasan a su lado los tambores y hacen que cierren sus ojos; comiendo gusanitos por portarse bien y aguantar el rato en el que está pasando el cortejo; o muy serios intentando estar pendientes de todo.

La cosa se complica cuando nos empiezan a hacer preguntas: ¿Y si Él es bueno por qué le hacen daño? ¿Por qué lo crucifican? ¿Por qué muere? ¿Por qué lleva la cruz? ¿Y después resucita? ¿Por qué llora la Virgen? Y un sinfín de cuestiones a la que yo lanzaría una más. ¿Sabemos contestarles? Porqué sí, la teoría nos la podemos saber perfectamente y se la podemos decir como si estuviésemos recitando el más bonito de los versos, pero… ¿sabemos dejarles satisfechos a las dudas que nos plantean?

Es más, ¿nos quedamos satisfechos nosotros mismos con las respuestas que le hemos dado? Ojo, no estoy diciendo que tengamos que saberlo todo, que tampoco pasa nada por ser sinceros y decir que no sabemos una determinada cuestión. Hablo más de la ilusión e interés con el que lo afrontamos.

Quizás, vivir nuestra Semana Santa vaya un poco de todo esto. De recobrar la ilusión que en su día nos llamó a fijarnos en el mundo cofrade y saber transmitirlo a quien nos lo pregunte, ya que muchas veces lo tenemos dormido y nos limitamos a poner el ‘modo automático’ para verlo y sentirlo todo. De hacerle encender esa llama que hace que respiremos incienso los 365 días del año o de echarle más leña a nuestro fuego para avivarlo. Porque gota a gota se va llenando el vaso.

Con nuestros niños (hijos, sobrinos, ahijados, hijos de nuestros amigos) pasa un poco igual. Poco a poco irán creciendo y quizás de lo que le hayamos transmitido algo se les vaya quedando hasta el día en que ellos mismos decidan seguir los pasos cofrades… pero sin quererlo, también hacen que nosotros volvamos a preguntarnos cuestiones que teníamos olvidadas o a afrontar ciertas cosas como lo harían ellos (ilusión, bondad, espontaneidad, alegría…). Quizás, tengamos mucho que aprender -o fijarnos más- en esos ‘locos’ bajitos.

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