UD Almería I Contracrónica

Ni Carlos Sáinz arrancaría a un Almería gripado

  • El estreno de Rubi no puede comenzar de forma más descorazonadora, regalando dos puntos a base de errores, errores y más errores atrás

  • Jugar el ‘play off’, que se consideraba un mal menor, sería hoy por hoy hasta meritorio

  • Vídeo resumen del partido

El gesto de Rubi al final del partido definía el estado de ánimo del Almería.

El gesto de Rubi al final del partido definía el estado de ánimo del Almería. / Javier Alonso

Ha llegado Rubi, pero si la dupla escogida por Turki hubiera sido Carlos Sáinz y Luis Moya, tampoco hubiera arrancado a un supuesto Ferrari que ha gripado. El motor está gripado, el equipo ha tocado fondo físico y anímico, y esto parece difícil que se pueda arreglar en cinco partidos. Es más, el técnico catalán no tiene tiempo ni de hacer una minipretemporada, que el Almería necesita como el respirar, ni para probar conceptos tácticos, puesto que ni la promoción de ascenso la tiene en su mano. Y pensar que los rojiblancos tienen opciones (a día de hoy) en el play off es hacerse trampas al solitario.

Ni Rubi ni posiblemente el propio Ziganda podrían esperarse a un Almería así. Tan desatinado, tan falto de confianza, tan alejado de lo que debe de ser un equipo que aspirar al ascenso. En la era José Gomes, el Almería era uno en ataque y otro en defensa. Los goles y el acierto del mejor pico de forma rojiblanco, enmascaraban los continuos fallos atrás. Ahora que las cosas se han nivelado por abajo, se busca la excusa facilona en el estado físico y el cansancio acumulado. Todo es falta de oxígeno cuando el balón quema y al equipo le tiemblan las piernas. Pero un problema grave de fútbol fagocita cual amoeba en la plantilla. Ojo, no es fácil que Rubi sea capaz de extirparlo, pero el técnico firmó su contrato viéndose capacitado.

Ni el comienzo fue que se podía esperar de un equipo que estrena entrenador. La ebullición que se suele generar en el vestuario cuando llega un míster nuevo, provocada por la oportunidad de los menos habituales de hacerse con un puesto en el once, se traduce normalmente en un torbellino inicial de presión y oportunidades. No fue así esta vez, el Oviedo quiso mostrarse valiente y subirse a las barbas de Rubi.

Durante unos minutos lo consiguió, incluso llegó a poner un nudo en la garganta de la parroquia rojiblanca con la presión adelantada, haciendo un dos para una a Makaridze que el meta superó con más sangre fría de la que aguanta cualquier valeroso aficionado, pero a diferencia de en la segunda parte, en la primera una vez que el Almería embragó para meter segunda, ya no pisó el freno hasta que la sexta entró en el cambio de marchas.

Y eso que la primera que tuvieron los rojiblancos se fue al limbo. A un equipo con la confianza tan en el alambre, fallar un penalti es como un esguince en el tobillo de un senderista, te incapacita en cuanto pasan unos minutos y se enfría la articulación. Por fortuna, los de Rubi no cejaron en el empeño y aprovecharon el rebufo de la primera ocasión para tener en la cabeza de Petrovic otra y generar un segundo penalti a instancias del VAR. Pitable, pero riguroso. De las acciones que antes se señalaban en contra. Sea a favor o sea en contra, el videoarbitraje debe de seguir engrasándose con algo mejor que 3 En Uno.

Sadiq lo transformó. Sadiq hizo el 2-0. Y Sadiq falló el tercero a puerta vacía, después de un pase de la muerte que era una delicia. Ahí se acabó el Almería. El gol enviado al limbo, que hasta Cardeñosa o Julio Salinas hubieran marcado con facilidad, hizo disolverse a los rojiblancos como un cubito de hielo en un café hirviendo. No ya triangular o defenderse con el balón, es que ni tan siquiera fue capaz de encontrar un pase en profundidad para sentenciar al Oviedo.

Si el Oviedo te remonta, viendo cómo vienen desde abajo Leganés o Girona y cómo está el Almería, es difícil hacerse ilusiones

En cambio, errores atrás los hubo de todos los colores. Pueden ustedes pensar en el fallo más inverosímil, que el Almería lo supera. Que el rival pierde el balón y los centrales tienen la jugada franca, regalo; que el rival se resbala y el lateral puede jugar con su central o dar un patadón a la bola, regalo; que una falta va al corazón del área donde deben de estar los hombres más altos rojiblancos, pues ahí que los rivales tocan por dos veces el balón, una de cabeza para generar el espacio y otra de chilena en el área chica, donde no había nadie defendiendo para meter cuerpo o cabeza y provocar el juego peligroso ovetense. Si es que cuando en una temporada te marcan dos goles de chilena (Mallorca y Oviedo) es conveniente pensar que ésta no va a deparar nada bueno.

Pues 2-2 y el tercero que no llegó porque Ziganda se conformó con el punto. Rubi tardó con los cambios, posiblemente porque no veía cómo darle la vuelta a lo que estaba viendo. Hacía falta fuerza, confianza, moral, veteranía, acierto, contundencia y, sobre todo, fútbol. Es cierto que debía de tenerlo el Almería en el banquillo con todo el dineral que se ha gastado en los fichajes, pero no lo tiene. No todo se soluciona con la salida de Gomes y la llegada de un entrenador diametralmente opuesto al luso. Queda confiar en lo extraño que es el fútbol, ese deporte en el que siempre ganaba los alemanes. ¿Por qué? Porque sí, mejor no indagar más.

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