Festival de Teatro de El Ejido

El desahucio de la sociedad

  • Roberto G. Alonso encarnó a una mujer madura para afrontar temas como la soledad, el abandono y el declive emocional y económico

El desahucio de la sociedad.

El desahucio de la sociedad. / Rafael González. (El Ejido.)

Un desahucio emocional y económico para acompañar a la protagonista por todos sus pesares. Una mujer madura, de edad indefinida, relató con un gran dramatismo su historia en el muelle de carga y descarga del Auditorio Municipal de El Ejido. La Compañía Roberto G. y Marc Rosich representó A mí no me escribió Tennessee Wiliams.

Roberto G. Alonso encarnó a esta mujer madura y abrió sus ‘puertas’ al público ejidense. El lugar donde vivía, debajo de un puente, se encontraba con multitud de objetos, algunos personales y cierta basura. “No hay ratas”, se dirigía expresamente a los asistentes.

El espacio era un caos y mostraba el declive de la protagonista donde los recuerdos se agolpaban en su mente para ir desgranándolos a sus invitados.

El monólogo se fue alternando con frases dirigidas al público y con otros momentos de evasión hacia otra realidad. Hizo un guiño a los autónomos y a su precariedad laboral.

La mujer recordó sus sueños de actriz e hizo referencia a las heroínas de Tennessee Wiliams y aseguró que “A mí no me escribió Tennessee Wiliams porque no me conocía. Me decían que era una actriz gran dramática, pero se me pasó el arroz”, como señaló “he tenido que crearme mi propia literatura”.

Según la protagonista, “hambre la hay”, y con la canción Qué hace una chica como tú en un sitio como este, se dispuso a realizar multitud de cambios de vestuarios, que se sucederían durante toda la representación.

El muelle de carga y descarga del Auditorio fue el escenario. El muelle de carga y descarga del Auditorio fue el escenario.

El muelle de carga y descarga del Auditorio fue el escenario. / Rafael González.

Posteriormente, la decadencia correspondió con el tema Yo no soy esa, de Mari Trini. “Enamoraros de un dentista, un abogado o un fontanero, pero no de un ingeniero de caminos”. Como dijo con gran ingenio: “Me deja debajo de un puente y decide seguir su camino”.

A través de los cambios de vestuario recordaba distintas situaciones de su vida, además de estados emocionales. En este estado de degradación, un tendedero servía como arpa para interpretar música y viajar a su propio mundo.

Su ruina y un desahucio que le pilló por sorpresa le hizo refugiarse en sus vestidos, que es de lo poco que salvó de todo lo que tenía en casa. Teatro político. La mujer reivindicaba que lo suyo lo era. Pero también apareció una de las grandes lacras de la sociedad como es el mal de la soledad. El tiempo que “es como un reloj de arena sin voz”, lo calificó como “un gran misterio”.

Hubo momentos de ira, donde se pudo ver a la protagonista lanzar platos contra la pared; situaciones de ensoñación; y mucha crítica social que estaba personificada en la mujer madura. Uno de ellos estuvo acompañado por un tema de Muse.

Con un final donde el personaje se esfumaba de la vista de los presentes, el público ofreció un largo aplauso al actor y se puso de pie. Los asistentes disfrutaron en un espacio escénico diferente y poco utilizado en el Festival, pero perfecto para una representación donde el declive emocional y personal son los grandes referentes.

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