Opinión

Lo que no podemos perder

Escrito por

Antonio Fernández Liria

Dicen que lo último que se pierde es la esperanza. Es posible que así sea, y que la esperanza no deba perderse nunca para poder seguir adelante a pesar de las dificultades y de los sinsabores que muchas veces nos da la vida, así de repente. De hecho, no perdimos la esperanza de volver a nuestras vidas después de la dura crisis pandémica de 2020, a pesar de más de un año de coronavirus poniendo patas arriba nuestro mundo y paralizando todos nuestros proyectos. Y, gracias a tod@s, a quienes nos cuidaron, a quiénes investigaron en tiempo récord, a la colaboración y cooperación de tod@s, y por supuesto, a una buena campaña de vacunación y a la prudencia generalizada, hoy estamos casi en la normalidad. Una normalidad más prudente, pero una casi normalidad al fin y al cabo, una casi normalidad que nos ha permitido retomar muchos proyectos aparcados, pero que además nos ha permitido darnos cuenta de muchas cosas que, seguramente, antes de la era Covid-19, ya ni nos acordábamos que existían y que nos hacían mucha falta.

Si no perdimos la esperanza, ni el juicio de forma total, fue gracias a valores que no debemos olvidar, ni perder. Valores que nos dan las esencias, que deben envolvernos como una fina capa protectora ante lo más oscuro del ser humano, y ante la catástrofe, y ante la enfermedad, y ante la desesperación. Ese manto de música, de humor, de historias contadas, de historia común, que nos une y nos solidariza, que nos hace conocernos y apreciarnos, es ese manto que nos da el poder reconocernos en nuestros antecesores, en nuestras costumbres, en nuestras vidas en sociedad, en nuestro entorno y paisaje. En definitiva, lo que nos hace seguir hacia delante, no que nos cubre ante la adversidad, cuando realmente andamos perdidos, es la familia (la individual y la colectiva) y la cultura.

La familia, la nuestra directa, pero también la que formamos como sociedad, la que nos une ante una historia común, la que nos ha legado unos valores de unión, comprensión, solidaridad… la que nos ha dejado su huella para que estemos ‘en casa’ en un entorno reconocible que nos recuerda quiénes somos porque conocemos quiénes fuimos. Y la cultura, que es todo aquello que nos define, que nos abraza en los momentos de oscuridad, que nos envuelve en forma de música, que nos asombra en forma de arte, que nos llena el Alma y nos despeja la mente.

Cultura e historia, en definitiva, que además de hacernos mejores, nos da un futuro. En Cuevas del Almanzora tenemos un Alma afortunada, que está descubriéndose en forma de esa cultura e historia que nos salva a tod@s. Es Alma de historia y cultura que se refleja a cada paso, en nuestros museos, en nuestros yacimientos arqueológicos, en nuestros palacetes del siglo XIX, en nuestra Iglesia y nuestro Castillo, en nuestras rutas cargadas de huellas del pasado minero, en esas visitas a los lugares donde personajes tan ilustres como Luis Siret vivieron y trabajaron y nos regalaron el conocimiento de nuestros antepasados… En Cuevas del Almanzora sabemos que eso hay que cuidarlo, y por eso no dejamos de ver las formas de recuperar nuestro patrimonio, de ponerlo en valor, de difundirlo y promocionarlo, de que se conozca y de que lo disfrutemos tod@s, y de que nos de un futuro, ligado a un sector que debe ser el segundo pilar de nuestro crecimiento, el turístico.

Pero, no es sólo nuestro, es un patrimonio histórico y cultural que explica nuestra historia, pero también la de la comarca, la de la provincia de Almería y, en muchos casos, la de Andalucía. Por eso, y porque creo firmemente en la colaboración, en la buena voluntad, en el servicio público y en el futuro común más allá de las fronteras cuevanas, creo que las administraciones deben trabajar al unísono, y muchas veces, los ‘pequeños’ alcaldes necesitamos esas ‘manos’, no para pararnos, sino para ayudarnos, y las echamos en falta.

Es importante que estén, que estemos, porque si queremos salvarnos, debemos saber qué es lo esencial, lo importante, lo imprescindible. Nos salva el Alma la cultura y nuestra historia común. Es lo que no podemos perder.

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