Almería

ABLA: DE MORO A BAZÁN (I). Bautizo, capa azul y jubón bermejo

  • Nueva vida. Tras la toma de Alhama en 1482 por los Reyes Católicos, familias musulmanas reconvertidas al cristianismo rehacen su vida en la provincia

Plaza de Abla

Plaza de Abla / D.A. (Almería)

Contrasta la toma sangrienta de Alhama en 1482 con la de las demás plazas del reino de Granada caídas en poder de los Reyes Católicos sin apenas lucha cuando se esperaba de ellas las más duras de las resistencias. Los moros notables, entre defender el reino o convertirse en colaboradores de la conquista cristiana, optaron en su mayoría por conservar bienes y privilegios que es lo que hizo el personaje del que les voy a hablar: Abul Hacen, tronco de una familia de conversos que va a estar presente durante cuatro siglos en Abla, Abrucena y Fiñana.

Probable nieto de El Zagal -el efímero rey de Granada que cuando ya no lo era entregó Almería a los Reyes Católicos en 1489- Abul debía ser muy joven cuando acompañó a estos monarcas y aunque sin detalles consta su participación en la guerra, por cuyo motivo aquellos monarcas respetaron su nobleza y le dieron "muy lucidas haciendas en Abla y Abrucena", bienes que él disfrutó "libres de censos como los demás caballeros que habían servido en la Conquista".

Por los viajeros se enteran los moros de Abla de cómo la conquista material va a ser rematada, se quiera o no, con la espiritual. La conversión general. Aquello de "que ningún moro ni mora serán apremiados a ser cristianos contra su voluntad" no será sino una frase hueca de las capitulaciones. Nuestro Abul Hacén se debate entre su fe y la colaboración con los cristianos hasta que animado por las conversiones de otros nobles emprende el camino a principio de septiembre de 1500 llegando al "lugar nuevo" de Santa Fe, al que halla con la animación que siempre le aporta la presencia de los reyes, sus fundadores, llegados de Sevilla a fines de julio. Contacta con los caballeros cristianos conocidos quienes le animan a la conversión y no paran hasta lograr que diga en alto algo que ya traía más que pensado: que "le placía".

Y en ese mismo día, en "una casilla que se decía iglesia… con imágenes que los cristianos les hacían reverencia, en presencia de un clérigo y otros muchos caballeros moros cristianos, se bautizó". Pasó de Hacén a Bazán del mismo modo que el Zegrí, también del linaje de los reyes nazaríes, eligió llamarse como el célebre Gonzalo Fernández de Córdoba, Abul se llamó Alonso y eligió apellido en honor a su padrino Rodrigo Bazán, de los Bazán de toda la vida, abuelo del primer marqués de Santa Cruz y al que admiraba y trató en los días de la conquista y cuando fue alcaide de Fiñana.

Los Reyes Católicos lo reciben con muestras de simpatía y afecto y holgándose con él celebran su bautismo y le obsequian con una hermosa capa de condes, azul guarnecida de seda, y un jubón bermejo del mismo tejido. A la despedida le hacen, por sus leales servicios, la merced del alguacilazgo mayor de Abla. Es 30 de septiembre de 1500 y al día siguiente emprende el retorno seguido por la conciencia en forma de sus tres criados que tornan en su fe musulmana, sin duda más arraigada en ellos que la de los notables que ya se venía cambiando por la cristiana desde los inicios del año.

Mosqueados estaban en Abla con la ausencia de Abul Hacen, cuando se presenta en persona la confirmación de los rumores: viene vestido con la capa y el jubón que los Reyes le han regalado y por si fuera poca prueba esta indumentaria de caballero castellano, la duda se aclara del todo cuando la gente le ve el rostro afeitado a la cristiana, pues "no es costumbre de moros -dicen- raparse la barba a navaja, sino a tijera".

Escudo de armas Escudo de armas

Escudo de armas / José Luis Ruz (Almería)

A su vestimenta añadía el converso un porte altivo, orgulloso, desde el que miraba a sus convecinos de un modo "que parecía que todos eran sus esclavos"; y como era cierto que lo habían tenido siempre por "caballero y gobernador nadie no le hablaba palabra". Y esta prudencia, que también era miedo y precaución en los vecinos, solo falta en la casa materna:

-¿Qué es eso que traes? -le pregunta su madre nada más verlo entrar alegre y de aquella guisa. -Heme vuelto cristiano, que me lo mandaron los Reyes.

Aquella mujer se descompone, maldice al hijo, le escupe a la cara... hasta que él grita, no a la madre, sino a los que sabe aprobadores de lo que ella le afea:

-!Yo me he vuelto cristiano y no me hable nadie que me lo pagará, tenga placer o tenga penas el que quisiere¡

Vecinos y criados, con el corazón en las palabras de la madre y la prudencia en la ira del hijo, encajan la amenaza que es pronto conocida en todo el pueblo que ya lo da por perdido y ve "como a Persa" que es como decir, eso sí, a sus espaldas, traidor. Se aparta de la mezquita, se hace al hábito de los cristianos… sin que "naide" ose decirle ni pío; sólo su madre, con la licencia absoluta que a ellas les otorga la naturaleza, torna a escupirle al rostro, mientras desde el zaguán le niega la casa: -¡No entres donde yo estoy, pues te has tornado cristiano!

Soportó el vecindario musulmán el verse gobernado por un hermano que se servía de una vara de alguacil dada por unos reyes cristianos, un converso que ya lo era cuando llegó la general conversión y que por ello no pasó a ser cristiano nuevo, sino que entró en las privilegiadas filas de los viejos, según la disposición que otorgaba esa condición a los musulmanes que habían decidido el cambio de religión cuando aún no era obligatorio.

No tardaron en aparecer las dificultades que habrían de ensombrecer el asentamiento en Abla de este nuevo Bazán, por sus privilegios y autoridad mirado con malos ojos; malos ojos de los de su raza y de los castellanos, los unos por verlo traidor, los otros por tener que pechar con unos impuestos de los que se libraba él, un moro, por muy cristiano y noble que fuera. Así vivió en Abla un malquisto don Alonso, amparado en su orgullo y en el apoyo de su esposa, una mujer de cuyo nombre árabe no quedó constancia en su bautizo aunque sí el de su linajudo grupo familiar: Mencía Bazán Abencerraje, la madre que parió a Rodrigo Bazán, heredero de alguacilazgo, bienes y antipatías... pero esa es ya una historia que les contaré otro día.

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