Almería

Almería y el apagón de la víspera de Nochevieja

  • El 30 de diciembre de 1981 Almería se quedó, como gran parte de España, sin suministro eléctrico. Gracias a la Térmica de El Zapillo el corte solo duró unas horas

La Térmica de El Zapillo

La Térmica de El Zapillo / D.A. (Almería)

Cuando la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, descartó el otro día que un apagón eléctrico afectase a España, los ferreteros se frotaron las manos. Basta que un político afirme con contundencia una cosa para que ocurra lo contrario. Resultado: las ventas de camping gas, bombonas, pilas y linternas se dispararon. “Por si viene un apagón” justificaban los clientes dispuestos a pagar un 10 % más caro el precio de las hornillas o del paquete plastificado de baterías. Hasta el gafe de la “mini faraona” Lolita aseguró en “El Hormiguero” que estaba acaparando botes de garbanzos y lentejas ya cocinadas por si venía el apagón. La simpleza y el mal fario siempre han pisado los escenarios y las moquetas de los ministerios.

Cuando hoy se habla del apagón, los más veteranos se acuerdan de 1981. El 30 de diciembre, gran parte de la península sí que sufrió un tremendo corte de luz que dejó a millones de personas sin energía eléctrica durante horas. Mientras estaban en las cocinas preparando las viandas de Nochevieja las bombillas se apagaron. Sin más. Las autoridades lo imputaron a un temporal de viento, de hasta 114 kilómetros por hora, en un remoto pueblo de Valladolid. Aunque más culpa tuvo la muy deficiente red eléctrica llena de palos de madera con cables medio colgando que atravesaba España.

El apagón de 1981 afectó a Almería, pero la capital no tuvo un corte prolongado gracias a que la central térmica de El Zapillo –donde ahora hay ocho torres de pisos- funcionó a plena válvula y suministró energía a amplias zonas de la ciudad. Aun así, desde las dos de la tarde hasta el ocaso, el suministro estuvo interrumpido. La clave estuvo en la acertada orden de José Vallejo Osorno, delegado de la Compañía Sevillana, que dispuso desconectar la Térmica de la red nacional para que su potencial -70.000 Kw. en ese instante- se distribuyera solo por la red local. Ese “desacople” –en términos eléctricos- permitió que los almerienses disfrutaran de la luz antes que los catalanes o los vascos. Por una vez…

La interrupción del suministro, hace 40 años, alteró los planes festivos de hoteles, restaurantes y clientes

Aquello fue un éxito, y eso que la central no estaba a plena capacidad porque uno de sus grupos se encontraba en revisión. No obstante, siendo las dos de la tarde de un 30 de diciembre, el nerviosismo reinó entre los empresarios de la hostelería y del espectáculo que habían organizado fiestas y ágapes para recibir al año de Naranjito. Sin luz, con el apagón, nada sería posible. Y ahí estaba, por ejemplo, Samantha´s Club de Aguadulce que por 1.500 pesetas ofrecía bolsa de cotillón, uvas de la suerte, una botella de champán por pareja, canapés, dulces, bombones y bocadillos “a gogó” cuando ya a las tres de la mañana el alcohol de las copas pidiese algo sólido. La intranquilidad de sus gestores fue significativa.

También en Aguadulce, Satélites Park tenía preparado un baile de fin de año con la orquesta “Safari” y copas de cava “Codorníu” a go-gó; la interrupción del suministro no suspendió el festejo. El generador del Hotel “Playa Paraíso” tampoco hizo falta y el apagón de la víspera no impidió que los comensales saborearan canapés, sopa de tortuga, cóctel de gambas y medallones de ternera; todo ello regado con vinos “Romeral” con los sones de la orquesta “Niebla”. Si cenabas y luego dormías allí - “para completar tu fiesta” como decían las octavillas de publicidad - costaba 4.500 pesetas por persona.

Tampoco estaban muy tranquilos por el apagón los dueños de la sala de fiestas “Carrusel”. Para esa noche habían reformado el local con una pista elevada y nuevo sonido y tenían contratados a varios artistas: el ballet “Santo Domingo 78” cuyos miembros y miembras bailaban envueltos en plumas, el transformista “Pepe Alhambra” autodefinido como el “hombre de las mil carcajadas”; el mago “Vaztany” que sacaba un conejo de la carta de la sota de copas, o una tal “Marilyn”, que era experta en danza hawaiana, algo así como el baile del “hula hoop” pero sin aro. Afortunadamente, el espectáculo se celebró sin contratiempos.

Tampoco sentó bien aquella oscuridad del 30 de diciembre en el Hotel Zoraida Park de Roquetas. Habían calculado una asistencia multitudinaria para Nochevieja porque la entrada para el concierto de “María José y Galaxia” costaba 1.000 pesetas, que eran 1.500 si dormías en el hotel y desayunabas en Año Nuevo. Se gestionaron velas pinchadas en artísticos candelabros sobre las mesas y un equipo electrógeno de gasoil, pero no hicieron falta.

La zona de Poniente sí padeció el apagón más tiempo que la capital. Por eso, cuando volvió la luz, la inquietud reinó hasta el último momento. Para evitar problemas, algunos restaurantes elaboraron las cenas de Nochevieja durante la noche del día 30 -antes de los previsto-. El restaurante “Los Jardines” de Aguadulce había apalabrado con numerosos clientes el menú compuesto por cuatro tipos de canapés, ensaladilla rusa, lenguado a la molinera, churrasco argentino y sopa de ajo. Eran 4.000 pesetas por barba y aunque se fallara en la calidad de los turrones, en los platos fuertes no se podían cometer errores. Solución: el churrasco se hizo a la brasa; sin energía eléctrica. Todo salió bien y el dúo madrileño “Miguel y Mily” –habituales del “Club Simone”- no necesitaron cantar a capella.

El delegado de Sevillana ordenó “desenganchar” la Térmica de la red nacional y su producción permitió alumbrar Almería

Otro restaurante de Roquetas, el “Delfín” en el “Club Tropicana”, también organizó la cena del 31 con distintos platos que pudieron cocinarse cuando la luz prendía: “guisantes a la menta”, “salsa de champiñones”, “salmón con rábanos” o “ensalada de langostinos”. El cubierto costaba 2.800 pesetas e incluía una bolsa de cotillón, doce uvas y una botella de champán –como llamaban antes al cava- por persona.

Igualmente, en el Hotel Playasol fueron precavidos. El susto del apagón movilizó el ingenio y se preparó un sistema de alternativo para que generara energía. Esa noche, el cotillón estaba amenizado por tres orquestas y aunque no había cena, los focos y el sonido necesitaban energía eléctrica. Por lo demás, si la luz se cortaba, los fuegos artificiales y “el champán a raudales” resultaría hasta más sugerente. Al final “Expresiones” –aún sin Bisbal- “Cristal” –de los hermanos Soriano- y “Bahía” –que nació en Retamar- interpretaron los temas de moda –“Los Pajaritos, incluido”- sin sobresaltos energéticos.

El apagón de ese 30 de diciembre sí ocasionó algunas cancelaciones en el restaurante del Club Hípico de Almería. Ubicado en la carretera de El Alquián a Viator, algunos clientes no se desplazaron a aquel extrarradio por si se quedaban a oscuras. Como la entrada permitía su cancelación hasta la noche del 30, varias parejas cambiaron su lugar de fiesta. Mal hecho, porque al final la corriente no se fue y quienes asistieron pudieron degustar un consomé imperial, una merluza a la mimosa, un chuletón de ternera con papas cocidas y tarta de wiski, además de turrones y peladillas. Todo por 3.400 pesetas, incluido el cava, las uvas y el baile con la histórica orquesta “Alborada” de Juan Cortés y su esposa Concha.

Ahora, 40 años después, se vuelve a hablar de un apagón porque el ejército de Austria se entrena en ese teórico supuesto y el temor se ha extendido por las redes sociales. Y con más fuerza desde que los gobernantes han manifestado que no existe nada por lo que temer. Pero ya lo saben: cuando un ministro habla sube la luz o se funden los plomos.

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