Agricultura

Cultivar para acabar destruyendo una tercera parte de la cosecha de pepino

  • Raúl Gómez Martínez, un productor de La Mojonera, afirma que el último mes ha sido “pésimo” para los precios. No sólo para el pepino, aunque sea el “más destacado” en este sentido, sino también para la berenjena, el tomate, el pimiento o el calabacín”

El mar de plástico de la provincia de Almería es conocido en todo el mundo y es fuente de empleo para miles de personas, lo que no ha evitado que sufra una crisis de precios en algunos productos que, en el caso del pepino, se intenta atajar la retirada del 30% de la producción comercializable.

Esto supone en la práctica destruir una tercera parte de la cosecha para estabilizar unas cotizaciones que suponen entre 5 y 10 céntimos, en algunos casos, para los agricultores que apostaron por el pepino. ¿Qué ha llevado a esta situación? Muchos apuntan a una competencia “desleal” por parte de Marruecos y otros países que “saturan” el mercado.

Es lo que piensa Raúl Gómez Martínez, un productor que declara a Efe, en su explotación de La Mojonera, que el último mes ha sido “pésimo” para los precios. No sólo para el pepino, aunque sea el “más destacado” en este sentido, sino también para la berenjena, el tomate, el pimiento o el calabacín”.

“Está todo, realmente, muy por debajo de los gastos de producción”, lamenta el agricultor. Al ser interpelado por la decisión de ASAJA, COAG, COEXPHAL, Cooperativas Agro-Alimentarias, UPA, y ECOHAL de Almería y Granada de destruir buena parte del género, no es especialmente optimista en los resultados a corto plazo.

“Nosotros llevamos lo que recolectamos a las comercializadoras y éstas, de acuerdo con las asociaciones agrarias, destruyen el 30% de lo que cosechamos para que se estabilice el mercado”, señala. Sin embargo, duda de la repercusión que pueda tener esta medida porque “al estar metiéndose terceros países, es difícil que pueda suceder a corto plazo”.

Apunta que los bajos precios tienen su origen, por un lado, en unas “altas temperaturas” que han hecho que se produzca “mucha cantidad de kilos” en un breve lapso de tiempo, así como las importaciones “sin ningún control” de terceros países, que están “saturando el mercado”.

Sobre este último punto, subraya el problema que supone el reetiquetado que realizan algunas empresas. Esto es, mercantiles que compran género, entre otros, a Marruecos y cambian o superponen su etiqueta de origen para que parezca ser un producto de Almería.

Hace justo una semana, la Junta de Andalucía informó de que se han efectuado casi 400 inspecciones específicas en Almería contra el reetiquetado de productos hortofrutícolas importados de países no comunitarios como si se tratara de alimentos de origen español, tras lo que ha sancionado o iniciado procedimiento sancionador contra once empresas de la provincia de Almería.

El agricultor recuerda que países como Marruecos deben pagar aranceles una vez superan los contingentes aprobados por la UE. “No se está llevando ningún control. Esa cantidad de kilos incontrolables lo que hacen es saturar el mercado”, insiste.

Otro problema añadido es que, según defiende el productor y las organizaciones agrarias, dichos productos no tienen las “mismas garantías” que los cosechados en España. Aquí se exigen requisitos como una política de residuos cero, sello de calidad… “A esos países no se les está exigiendo, es una competencia desleal por esa parte”, afirma.

Y con el reetiquetado lo que se hace es colocar la información de trazabilidad de un productor en unas hortalizas que no son suyas. “Puede llegar cualquier cultivo a Alemania, sale cualquier residuo de insecticida no permitido y si sale con mi trazabilidad, van a venir en busca mía. Luego otra cosa es que se aclare. Cuando cultivamos sabemos de qué parcela ha salido, de qué nave ha salido. Pueden analizar los pepinos y las hojas y no tendré ningún problema, pero mientras, se hunde el mercado”, asevera.

Recuerda que durante la crisis de la E. coli es esto lo que ocurrió. Una alerta sanitaria que apuntaba a Almería, aunque luego los fantasmas de la bacteria se alejasen de esta provincia. No sin que ya se hubiese provocado un daño temporal a los agricultores locales.

Otra queja tradicional del agro almeriense, que Gómez Martínez hace suya, es la diferencia de precios entre lo que percibe un productor y lo que paga el consumidor en los puntos de venta. “En mi caso, estoy vendiendo a 5-10 céntimos (el kilo de pepinos). Te acercas al supermercado y está a 1,80 o 2 euros (…) Hay alguien en la cadena que se está llenando los bolsillos a costa del agricultor y del consumidor. Parece ya un artículo de lujo comer verdura”, concluye.

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