Crónicas desde la Ciudad

Guerra de la Independencia (II)

  • Las tropas de Napoleón Bonaparte que, ante la debilidad de la Monarquía entraron en España, ocuparon Almería de marzo de 1810 a octubre de 1812. En medio de la mayor indiferencia municipal hoy se cumple su Bicentenario

LA noche del 15 de marzo de 1810 quedaron instaladas en los conventos de San Francisco, Dominicos y Santísima Trinidad; Casas Capitulares, Mesón del Soldado, Posada de la Cruz y otras dependencias la Caballería e Infantería del Ejército francés; al tiempo que su general en jefe, Goudinot, lo hacía en el domicilio de Andrés de Careaga, marqués de Torrealta y Alférez mayor. Sin embargo, se ausentaron repetidamente al compás de los combates que se libraban al norte de la provincia, limítrofe a Murcia y Granada; en el corredor Lorca, Los Vélez, Baza, marco de operaciones del general Joaquín Blake al frente del reagrupado Ejército Español del Centro.

El día 17 Goudinot acude con parte de la Caballería, dos regidores y dos canónigos a felicitar en Granada, como nuevo rey, a José Napoleón Iº; dos días después se marcha el resto de tropas. El vacío es ocupado por el bandolero Aróstegui Chabarría (guerrillas, antiguerrillas, contrabandistas y patriotas -de Berja a Huércal Overa-, supondrían por sí solos un jugoso capítulo), dedicándose al pillaje y saqueo hasta la llegada del brigadier Antonio de Osorio, comandante de Las Alpujarras que impone la disciplina desde el bando español. Espacio de tiempo en el que nombran nuevo Ayuntamiento y las autoridades juran fidelidad a Fernando VII. El 29 de abril regresan los franceses, ahora al mando del general y barón del Imperio, Ligier Belair, que "al encontrarse vacantes muchos empleos del Cuerpo del Ayuntamiento de la Ciudad por muerte, ausencia o substracción de Personas en que estaban provistas, hemos nombrado para los dichos empleos y compuesto el cuerpo de la Ciudad según se sigue: Don Dalmacio Alpuente, Corregidor substraído por los insurgentes, conservará su título… ". Continua un largo listado hasta completar un total de treinta y tres nombres que lo mismo servían para un roto que un descosido. Buena parte cambió de chaqueta según soplaron los vientos políticos.

Una nueva incorporación francesa al frente de batalla facilita al coronel español Atanasio Salazar la entrada en Almería; aunque nuestro conocido Goudinot prontamente la recupera. Los ciudadanos sufren las idas y venidas, ven desabastecerse los mercados y son "achicharrados" con crecientes impuestos. No obstante, la rapiña recaudatoria se cebó particularmente con el Ayuntamiento, cabildo Catedral y dos auténticos "mirlos blancos": los ricos comerciantes Thomas Gorman y Rafael de Medina. Sus exigencias iban de dinero en metálico a zapatos; de carne, pan y vino a pienso para los caballos. Además de las estrecheces de la población, rayana en el hambre, me pregunto ¿de dónde salieron tantos cientos de miles de reales en una tierra tan débil económicamente, tan mínimamente autosuficiente? La repuesta no puede ser otra que de las arcas de una minoría insaciable, parte del Clero incluido, que añorante del Antiguo Régimen -Patria, Trono, Religión-, aún pretendía seguir disfrutando de ancestrales prebendas. Por eso hicieron fracasar la Constitución de Cádiz y vitorearon efusivamente la vuelta de Fernando VII.

No todo fue negativo durante la dominación gala. A ellos se debe la reforma de la Administración local, dividiendo sus funciones en Cuatro grandes secciones responsables de los servicios públicos. El cementerio de Belén, iniciativa civil que eliminaba los enterramientos en iglesias y otros espacios religiosos. Un primer intento de superar el laberíntico urbanismo local, proyectando amplias vías, aunque a la postre sólo abrieron la hoy calle Jovellanos, en detrimento de la huerta conventual de Las Claras. Y la división del territorio español en Prefecturas y Subprefecturas, antecesoras de las actuales Provincias. El motrileño Francisco Javier de Burgos y Olmos -único en ocupar la de Almería- ya presidió el 7 de junio de 1810 la festividad del Corpus. De él escribía Francisco Jover, cronista oficial, que era "hombre joven, animoso y muy guapo; traía muy buena ropa e hizo después carrera por su gran ilustración, templado liberalismo y mucha cultura, que demostró como periodista e ilustre autor de varios libros". Se refugió en Francia y más adelante ocupó puestos de responsabilidad en el Gobierno de la Nación. Ante la recuperación del Ejército español, la fuerza invasora se replegó a su país de origen en junio de 1813, tras darle el duque de Wellington la puntilla en las inmediaciones de Vitoria. De Almería salieron, para no volver, en octubre de 1812. Cerrojazo definitivo la aventura imperialista napoleónica.

El obispo huido

Dada la posición dominante de la Iglesia y la complejidad de sus relaciones con la Administración francesa, en un relato periodístico sólo caben un par de pespuntes mal hilvanados. O no era tan homogéneo el clero almeriense como su propia disciplina exigía o jugaron calculadamente, nada de extrañar, a dos paños, granjeándose la protección -o no agresión- de los bandos en disputa. De entre ellos cabe destacar al obispo Francisco Xavier Mier y Campillo, un personaje peculiar de origen asturiano. ¿Cómo deberíamos calificar a un desertor de sus obligaciones en la Diócesis; a quien abandona el "rebaño que he venido a pastorear", al que deja sin su consejo y presencia a sus propios hermanos de religión? ¿Qué consideración merece quien fue el penúltimo Inquisidor, el máximo responsable del Tribunal del Santo Oficio que pretendió abolir la Constitución de 1812?

En 1804 Almería soporta estoicamente frecuentes e intensos terremotos. En octubre hace las maletas, con la excusa de una visita pastoral a María, y se instala en Vélez Rubio en la magnífica mansión que le ofrece el marqués de Villafranca; desde donde ya no regresaría hasta pasados diez años, tratando de dirigir la Diócesis a distancia. Esta fue declarada sede vacante y ocupada por distintos Vicarios, no exenta de tensiones. Durante esa década cambió sucesivamente de residencia (Cartagena, Mojácar, Pulpí) en beneficio de sus intereses y bien alejado del "francés". De nada valieron las requisitorias del Subprefecto Francisco Javier de Burgos ni del propio Cabildo, "venga inmediatamente Sr. Obispo a presidir su Iglesia y venza cualquier temor en beneficio de su grey… ". En 1810 fue elegido diputado a las Cortes de Cádiz por Granada; en julio de 1814 Inquisidor General (con residencia en Madrid) y Gran Cruz de Carlos III

Muerte de un "Dragón"

En la ciudad sometida, el invasor sólo sufrió una baja violenta. En cambio, las infecciones venéreas causaron estragos entre la tropa y diezmaron la retaguardia (de sus contagiadoras daré cuenta en otra Crónica). En la madrugada del 22 de junio de 1810 un "dragón" francés de la Tropa Imperial fue muerto cuando hacían una "descubierta" en la Carrera de Levante (de Montserrate). El comandante del Regimiento, Félix Gabrouski, exigió al Ayuntamiento fijar un duro Bando que se resumía, en caso de repetirse los hechos, con la advertencia: "En el momento que se atentase contra un soldado o se le matase, voy a apresar diez personas para colgarlas al instante y sus casas quemarlas y arruinarlas". No hubo lugar. Continuaremos.

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