Construida a mediados del siglo XVI, fue incendiada en el levantamiento morisco de 1568. Establecida la nueva sociedad repobladora se acomete su recuperación y ampliación. Resultado de largo proceso constructivo el templo ofrece un aspecto híbrido con rasgos mudéjares y góticos muy tardíos, renacentistas y barrocos, todos con soluciones elementales.

La austeridad de la portada compagina plenamente con el tenor de la obra interior. Inicialmente presentaba una nave rectangular, cubierta por armadura de madera de tradición mudéjar, con soluciones independiente para la nave y la capilla mayor diferenciada, y a la cual sirve de introducción un monumental arco toral que envuelve este espacio. Posteriormente se le agregaron la capilla de la Virgen del Rosario (en el lado de la Epístola del altar mayor), la sacristía, y, a mediados del siglo XVIII un ala lateral con otra entrada. La torre es de líneas puras y apreciable sobriedad formal.

El atractivo del templo se acrecienta con la denominada, en la actualidad, Capilla de la Virgen del Rosario e inicialmente de Guillén Terrés, con portada clasicista de cierto aire renacentista. Su interés reside en la bóveda nervada, única muestra conservada en la Alpujarra de esta solución arquitectónica de tradición gótica, y testimonio muy significativo de que en un pequeño lugar de repoblación filipina, el goticismo permanece en el Renacimiento, todavía en el último cuarto del siglo XVI, arraigado en ciertas estructuras arquitectónicas como las bóvedas cuajadas, con mayor o menor intensidad, de estrellada red de nervios. Igualmente esta capilla es exponente de una época de transición, a caballo entre el mundo medieval y el del Renacimiento, en la cual se sintetizan elementos ideológicos y estilísticos góticos retardatarios con los renacentistas.

Vicente Puertas Daza comenta que, en un inventario realizado en enero de 1589, se reseña "una imagen de Nuestra Señora de talla con un Niño en brazos, está en la capilla de Guillén Terrés", el cual llegó, en la primera oleada repobladora, tras la expulsión de los moriscos.

Se ha recuperado en su totalidad la inscripción existente sobre el arco de entrada a la capilla, y que dice: "A honra y gloria de Nuestro Señor Jesucristo y de su Madre, fundaron esta capilla Guillén Terrés y Luis de Cabrera, vecinos de esta villa, año de 1594". El último en 1581 contrae matrimonio con la viuda de Rafael Terrés, hermano de Guillén.

Respecto a la fecha 1594 Vicente Puertas Daza considera posible pueda corresponder a alguna reforma, ampliación, decoración, o intervención similar, aprovechada incluso, para incorporar a la inscripción al nuevo miembro de la familia.

La fachada principal del templo, la que da a la vega y al río, se resuelve, desde el punto de vista constructivo, mediante el empleo de rafas/bandas de ladrillo muy separadas unas de otras y anchos cajones de mampostería enfoscada, destacando la airosa y bien diseñada cornisa con modillones/ménsulas, semejante a la de la iglesia de Benecid, y al igual que ocurre en ésta, en otra parte del edificio la cornisa presenta diferente tipología sin modillones/ménsulas.

En la citada fachada sobresale su elegante y sobria portada coronada por una hornacina, y cuyo vano, de arco de medio punto de ladrillo, está enmarcado por pilastras, igualmente de ladrillo, embebidas parcialmente en el muro, y moldura horizontal, bien trazada y con apreciable sensación de relieve.

La sencillez, por una parte, de los citados elementos, y la de los esquemas compositivos, por otra, dan a la portada un significativo perfil barroco clasicista.

La torre de líneas puras y apreciable sobriedad formal, presenta un alto primer cuerpo, en cuya construcción alternan los sillares en las esquinas, el ladrillo, y rafas de este material y cajones de mampostería, rematándose con una interesante moldura/cornisa con pequeños modillones. El cuerpo de campanas se resuelve en su totalidad con ladrillo, tanto en los arcos, como en la bien trazada moldura/cornisa de su colofón.