Almería

Un noble mendigo del mundo pide maquinaria agrícola para África

  • Mamadi Mandjian decidió hace 8 años que sacaría a su familia de la pobreza, a sus padres y cuatro hermanos · Después de un largo periplo, llegó a Cuevas del Almanzora para trabajar en la tierra

Pasó todo el miedo del mundo en el cayuco, en la patera, durante las doce horas que se eternizó la clandestina travesía nocturna de Marruecos a España. Mamadi Mandjian no sabía nadar "pero qué más da dónde morir, lo único que pierdes es la vida porque allí no hay nada". Ocho años atrás, en Farico, su pueblo en Guinea Bissau, la familia de Mamadi decidió que él había de salir para sacar a todos de la pobreza, a sus padres y a sus cuatro hermanos "yo, si estoy aquí es luchando por la familia. Si tuviéramos algo en nuestro país yo no habría salido, pero cuando no tenemos nada hay que salir a buscarlo, lo que sea y dónde sea". Las emociones son universales, las lágrimas son incoloras aunque los ojos centelleen en la piel negra del rostro de un ser humano.

Primero fue Libia. Allí, Mamadi Mandjian permaneció un año. Trabajaba y enviaba dinero a la familia. Las cosas se pusieron mal, así que con el petate, o sea con lo puesto, a Argelia, país sin trabajo como tampoco lo encontró en Marruecos.

Puso el sentido en la orilla de enfrente de la mar, no la veía, la intuía, la deseaba, tal vez, sólo tal vez, meditaba Mamadi, en la otra costa tuviera distinta fortuna. Se la jugó a todo o nada y le salió Fuerteventura, el primer territorio español que pisó y pasó por la sala de espera del centro de internamiento de inmigrantes.

Después de aquello, Mamadi Mandjian tomó el hilo de Barcelona sin lograr empleo. Se corrió la voz de que en Andalucía había trabajo. Mamadi se subió al tren de la resignada esperanza en clase angustia preferente, terminó el viaje en Cuevas del Almanzora que no tiene ferrocarril pero tenía jornales para dar y tomar en aquel entonces. Los malos tiempos llegaron a las lechugas, al brócoli, o sea, menos trabajo, más lunes, miércoles y viernes sin tajo. "De lo poco que gano envío dinero a mi familia, es normal en los que salimos de nuestra tierra, lo que pasa es que si no tienes no puedes mandar". Mamadi Mandjian es noble mendigo del mundo, no limosnea por comida o por dinero, abre la mano para una limosna de maquinaria agrícola con la que trabajar los campos de Guinea Bissau, de África, "si no tienes material agrícola no se puede hacer nada, este es el gran problema. Si quieren ayudar a África, a sus pueblos, lleven máquinas que podamos trabajar, tractores que ya no se usen aquí, lo que sea". Los recortes le son indiferentes a Mamadi, no tiene de dónde le recorten, vamos, él mismo es un recorte. Dice que en su pueblo se puede plantar maíz, patatas, "y si no se venden, se pueden comer y si se puede comer se puede vivir. En África hay zonas con épocas de lluvia, seis meses, tres meses, y en ése tiempo se planta y cosecha bastante. Necesitamos maquinaria agrícola". Mamadi Mandjian quiere meterle recortes de surcos a la tierra, que la lluvia engorde las semillas, que las semillas revienten, que los tallos broten verdes, que esos sí son brotes. "Si no tienes dinero no pasa nada si tienes comida, pero si no tienes ni comida ya verás como sales a buscarla". Mamadi saluda a un amigo que se cruza en la conversación. Hablan el 'mandinga', lengua hablada igualmente por nigerianos y senegaleses. "Está como yo, buscándose la vida para su familia". La familia es el estímulo, el empujón a atravesar fronteras, a cruzar mares, a emigrar al vacío incierto. Mamadi Mandjian, además de padres y hermanos, dejó en Farico a su mujer y a su hijo, "yo sufro para que no sufra mi hijo, para que mi hijo pueda trabajar la tierra, para que no tenga que sacar pasaje en una patera".

Seguramente Mamadi Mandjian no sepa, ni falta que le hace, quién es Confucio al que se le atribuye aquello de 'si te doy un pez comerás un día, si te doy una caña de pescar podrás comer siempre'. Mamadi y miles y miles y miles de Mamadis piden cañas de pescar tipo remolques, cosechadoras, tractores, motocultores, desbrozadotas. Da igual si están muy usadas, si hay que repararlas, todo tiene arreglo. Lo que tiene difícil arreglo es dar con Confucio.

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