De uno en uno y sin empujar. Pónganse en fila con su Oscar en la mano. O sin él. Porque según la Academia la mejor película del año, que ni tan siquiera estaba entre las nominadas a este premio y se ha tenido que conformar con el de la mejor película de animación, no es Inside Out (Del revés). Injusto y restrictivo: la técnica no debe determinar las nominaciones. Spotlight, siendo una muy buena película, es inferior a Del Revés. Entre las nominadas estimo La habitación superior a la ganadora. Que no hayan logrado este Oscar The Revenant y Mad Max. Fury Road es un consuelo. Por la misma razón, el Oscar a la mejor dirección lo debían haber ganado Pete Docter y Ronnie del Carmen por Del revés y, de no ser así, Lenny Abrahamson por La habitación. Pudo más el efectismo de Iñárritu. Estaba visto.

Lo de DiCaprio también estaba cantado. Además de su larga espera, y de la presión popular y mediática, el actor sufrió muchísimo durante el rodaje y sufre aún más en la pantalla. Y es sabido cuánto le gusta a la Academia el sufrimiento y las historias de superación que enfrentan al hombre con la naturaleza en forma de enfermedad, discapacidad o supervivencia extrema. Entre los cinco últimos Oscar a la mejor interpretación masculina hay un tartamudo (Colin Firth en El discurso del Rey), un enfermo de sida (Matthew McConaughey en Dallas Buyers Club) y un enfermo de ELA (Eddie Redmayne en La teoría del todo). El DiCaprio disparado, devorado, enterrado, congelado y despeñado se ajusta a esta categoría de sufrimiento y superación. Además hace un buen trabajo. Y al triunfar ha impedido que se lo lleve otra vez Eddie Redmayne por su grotesco transformismo en La chica danesa.

La ganadora Brie Larson (La habitación) tenía tantos méritos como Saoirse Ronan (Brooklyn) para llevarse la estatuilla a la mejor interpretación femenina. A mi emoción azul le gusta más Ronan. La mejor actriz de reparto, en cambio, debió ser Kate Winslet por Steve Jobs, una interpretación muy superior a la de Alicia Vikander en el mamarracho de La chica danesa. En cuanto al mejor actor de reparto, sólo cabe callar y asentir. Pese al estupendo trabajo de Tom Hardy en The Revenant (superior, por más sobrio, al de DiCaprio) y lo entrañable del recauchutado Stallone, nadie podía competir con el irónico espía que Mark Rylance borda en El puente de los espías.

Silencio y asentimiento también ante la mejor película en habla no inglesa, El hijo de Saúl, porque es una de las mejores películas de los últimos años y la mejor que se haya rodado -junto a La zona gris- sobre el Holocausto. Igualmente silencio y asentimiento ante la fotografía de Lubezki para The Revenant. El mejor guión, de no dárselo a los nominados Pete Docter, Meg LeFauve y Josh Coley por Del revés, hubiera debido ser para Alex Garland por Ex Machina, más creativo que el (también bueno) de Spotlight. En cuanto al mejor guión adaptado, el diseño de producción, el vestuario y el montaje, nada que decir.

Lo de la música es un follón. ¿No se lo va a merecer el casi nonagenario y genial Morricone? ¡Claro que sí! Hace muchos años que se lo debían haber dado por películas con bandas sonoras superiores a la de Tarantino. Y además era la mejor entre las nominadas. El problema es que la mejor banda sonora del año es la de Sakamoto, Noto y Dessner para The Revenant -lo único excepcional de la película, junto a la fotografía- que no cumplía la condición de autoría única exigida por la Academia. Mejor para Ennio, aunque estaba claro que Hollywood tenía que pagar su deuda con él.

Conclusión: que Mad Max. Fury Road haya sido la más premiada y que el listo de Iñárritu haya ganado el Oscar dos años seguidos es un síntoma de cómo andan las cosas por Hollywood. Nada nuevo, tampoco. En lo que llevamos de siglo XXI sólo dos grandes obras han ganado el Oscar a la mejor película: Million Dollar Baby y No es país para viejos. Bueno… Vale… Y El retorno del Rey.