Felipe Benítez Reyes. Escritor

“He intentado mantener la alegría, el agradecimiento por los dones del mundo”

  • El poeta recoge el Premio Hermanos Machado por ‘La ocasión y el homenaje’, un libro en el que transita por diversos registros y en el que se pregunta, de nuevo, por el misterio de la identidad

Felipe Benítez Reyes, este miércoles en el Espacio Santa Clara de Sevilla, donde recogió el premio.

Felipe Benítez Reyes, este miércoles en el Espacio Santa Clara de Sevilla, donde recogió el premio. / Carmen Castellano

"Habituémonos, pues, / a este peculiar panorama metafísico: / alguien que cree pensar lo que no piensa, / desear lo que sabe que aborrece, / estar donde no quiere / y no querer estar en otro sitio". Felipe Benítez Reyes (Rota, 1960) recogió este miércoles el XIII Premio Hermanos Machado, convocado por el Instituto de la Cultura y las Artes de Sevilla (ICAS) con la colaboración de la Fundación José Manuel Lara, por La ocasión y el homenaje, un libro en el que el gaditano reúne textos de distintos tonos y registros, dedica una mirada perpleja pero interesada en la alegría pese a todo, y vuelve a exhibir la lucidez y la hondura que atraviesan su poesía.

–Aquí hay poemas dedicados a la destrucción de la biblioteca de Sarajevo, al atentado de las Ramblas de Barcelona o al desastre de Fukushima. Da la impresión de que este es su libro más apegado a la actualidad.

–Quizá sea lo que le da sentido a este libro, esos poemas escritos sobre circunstancias concretas, poemas que no encontraban acomodo o que chirriarían en otro conjunto. Uno siempre busca ese espejismo de coherencia, de unidad, en un libro, y esos textos no encajaban. Pero hay veces en que la realidad se te impone al hecho creativo, y crees tener la necesidad de dar una respuesta, sobre todo a episodios catastróficos como estos.

–Dramas así dejan al poeta desarmado. "¿También tú, mar? / Tu azul era el zafiro / de las metáforas", dice en el pasaje inspirado en Fukushima.

–Resulta curiosa esa habilidad que tiene el mar para convertirse en algo terrorífico. Uno tiende a identificarlo con un paisaje paradisiaco, con el paraíso de la infancia, un paraíso artificial porque la infancia también tiene guasa, pero te pueden aparecer cadáveres de náufragos en la orilla, como sucedió en mi pueblo, que aparecieron 38 o 39 hace unos años. La poesía es un intento de explicarse la realidad, o de situarse en ella, racionalizar algo que en principio no tiene por qué ser lógico, y es comprensible que queramos responder de algún modo a la tragedia.

"Eso de la identidad no es más que una simulación que hacemos ante los otros y ante nosotros mismos”

–No obstante, en La ocasión y el homenaje abundan motivos frecuentes en su obra, como el doble, los sueños, el desconcierto ante la propia identidad.

–Yo no me sé leer, si acaso en cuanto a rasgos estilísticos. Pero, si hablamos de eso que se llama cosmovisión, yo ahí me lío un poco en cuanto a mí mismo. Me señalan a menudo lo del tema de la identidad, y sí, yo lo trato mucho precisamente porque sigue siendo un misterio para mí, no porque lo haya desvelado, precisamente. Me sigue creando extrañeza la idea de tener que ser tú desde que te levantas hasta que te acuestas, y, en medio de todo ese lío, tener que lidiar además con el caos de los sueños, una injusticia biológica. Deberíamos desconectar en esas horas de descanso. Si tienes un sueño inquietante, te sigue reverberando durante todo el día, y te crea una especie de quiebra de la realidad. Sabes que has vivido algo falso, pero el sentimiento que tienes con respecto a eso es verdadero.

–"Vuelve siempre aquello de que huimos", se lee en uno de los poemas. ¿De qué ha querido huir Felipe Benítez Reyes?

–Yo he intentado huir toda mi vida del dolor, de la adversidad. Eso implica un ejercicio mental continuo con respecto a ti mismo, y con respecto a las circunstancias. Diría que he intentado mantener la alegría, el agradecimiento ante la vida, ante los dones del mundo. No siempre es posible, pero ese ha sido mi propósito. Yo he procurado huir de esa tendencia sombría que tenemos todos.

–Usted suscribe entonces eso que se afirma en los Apócrifos de Spoon River Anthology: "Mi consejo es que penséis / de continuo en la muerte: de ese modo / la vida, aun valiendo muy poco, gana mucho".

–Sí, yo creo que si adquirimos conciencia de nuestra fugacidad tenemos mucho ganado. Me parece que dramatizamos demasiado. Claro, una muerte temprana, en la infancia o en la juventud, sí es una cosa desoladora. Pero cuando una vida está cumplida, cuando se ha pasado, digamos, el proceso, no hay sorpresa, ocurre lo que ya sabíamos. Cuesta aceptarlo, pero es un signo de sabiduría asumir que se va a dar ese acabamiento. La historia está escrita, y sabemos cómo va a acabar la novela.

El alcalde en funciones Antonio Muñoz entregó el premio. El alcalde en funciones Antonio Muñoz entregó el premio.

El alcalde en funciones Antonio Muñoz entregó el premio. / Carmen Castellano

–El libro tiene hechuras de collage, una afición que usted cultiva.

–Incluso algún poema que forma parte del libro, uno de los más largos, sigue la técnica del collage, esa fragmentación, el propósito de unificar las piezas... La realidad es fragmentaria, pero también lo es nuestro pensamiento. Empiezas a pensar en una cosa y, de repente, las derivaciones son muchas. El pensamiento se ramifica, y tiene dificultades para centrarse en una idea, porque esa idea te va llevando a otra… Al final, generalmente, un proceso reflexivo te lleva a un resultado de confusión [ríe].

–En el libro hay tributos a Lorca y a Antonio Machado. ¿Fue difícil emular sus voces?

–Esos poemas, el de Lorca y de Machado, me los pidieron para unos homenajes que se le hacían a ambos poetas. El encargo está desprestigiado, pero es una buena musa, porque de otro modo no habría escrito nunca esos poemas. El de Machado es a partir de ese verso mítico ["Estos días azules y este sol de la infancia"]. Se llama Hipótesis machadiana porque se imagina cómo habría desarrollado Antonio Machado ese poema, y en el de Lorca retomé uno de los Sonetos del amor oscuro intentando mantener las rimas y hacer un soneto al modo de Lorca. A mí me gustan mucho esos pastiches.

"Cuesta aceptar la muerte, pero es sabio asumir que la historia está escrita y entender cómo acaba la novela”

–También dialoga con el fantasma de Pessoa.

–Es alguien que me fascina, no sólo por su poesía, también por esa idea suya de la identidad dispersa. Eso de que nadie tiene una identidad sólida, sino que la identidad es una simulación ante los demás y también ante uno mismo. Esa creencia de que uno mantiene una unidad de emoción y pensamiento es muy ficticia. Somos cambiantes, ni siquiera nos conocemos demasiado bien a nosotros mismos. Y si algo acertamos a conocer es lo peor de nosotros. Lo mejor es más costoso dilucidarlo [ríe]. El año pasado viví un mes en Lisboa, y tenía cerca dos de las casas donde había vivido Pessoa, y cada vez que iba al supermercado me acercaba a saludarlo. Con la edad uno debería ir perdiendo la capacidad para la mitificación, pero es bueno tener a lo largo de tu vida unas figuras a las que veneras, que te sirven de guías y acaban formando parte de la familia.

–Este año ha ganado también el Premio Marpoética por el libro Los expedientes de la madrugada. ¿Siente que está en un momento de plenitud, que recoge los frutos del trabajo realizado en estos años de oficio?

–Con ese otro libro, lo confieso, tengo una sensación contradictoria y melancólica. Seguramente seguiré escribiendo, es una tontería decir lo contrario, porque para mí la escritura es un hábito de pensamiento, con el pensamiento abstracto yo me lío, y con la escritura me aclaro. Pero con ese poemario tengo la sensación de que ya he dicho todo lo que tenía que decir. Sé que me pondré pesado en un futuro y algún día estaré diciendo lo mismo otra vez [ríe de nuevo], pero tengo la impresión de que he necesitado 50 años de trabajo para escribir esa obra.

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