La consulta del especialista

Rizartrosis o artrosis del pulgar

  • Es una de las afecciones degenerativas de la mano más frecuentes, sobre todo en la mujer

Pocos gestos más característicos que alzar el pulgar.

Pocos gestos más característicos que alzar el pulgar.

Es una de las afecciones degenerativas de la mano más frecuentes, especialmente en la mujer. La paciente estándar suele ser una mujer que se encuentra entre la 5ª y 7ª década de la vida, que presenta dolor en la base del pulgar de meses o años de evolución. Lo más habitual es que se trate de un dolor de lenta aparición, que se incrementa con los movimientos (especialmente aquellos que exigen de una pinza fuerte entre el pulgar y el índice). Es bilateral en el 30% de los casos siendo más frecuente en la mano dominante.

Entre las causas más frecuentes para producir artrosis a este nivel, las más frecuentes son la hipersolicitación de la mano y sobreuso articular, por ejemplo, trabajadores manuales. En nuestro medio es muy frecuente esta artrosis en envasadoras, pescaderas, carniceras o dentistas. El denominador común es el excesivo uso de la mano y sobre todo del pulgar.

El pulgar asume el 40% de la función de la mano. Dentro de la actividad de la mano funcional se distinguen 4 formas de prensión: prensión de pinza o prensión fina; prensión amplia o basta; prensión de llave y la prensión de gancho.

Clínica

El dolor inicialmente se desarrolla en crisis y de forma lenta sobre todo en mujeres jóvenes y trabajadoras manuales. Suele aparecer cuando se mueve el pulgar sobre todo con movimientos rotatorios aunque también en los repetitivos y en la realización de cualquiera de los movimientos de prensión. Cuando la deformidad progresa, las crisis de dolor cada vez son más frecuentes y se van atrofiando los músculos de la palma de la mano, apareciendo movimientos compensatorios del pulgar para intentar no perder fuerza.

El paciente refiere dolor, rigidez, inflamación e incapacidad para realizar sus actividades de la vida diaria. Todo ello se verá agravado con los movimientos y hará que el dolor se pueda irradiar al antebrazo y codo. Otra manifestación es la sensación de debilidad para coger o sujetar objetos que puede llegar a que se caiga ante la disminución de la fuerza de prensión inherente a la lesión.

Tratamiento

Supone un tratamiento sintomático de alivio del dolor pero no definitivo. Debemos comenzar por él hasta que la progresión del cuadro haga que el paciente se encuentre incapacitado. Se debe mantener mientras la sintomatología lo permita. Hay varios tipos de tratamiento:

· Reposo y/o cambio de actividad. Es conveniente una reeducación de los hábitos posturales y de los patrones funcionales. Evitar posiciones forzadas

· Infiltraciones locales con corticoides intraarticulares para disminuir la inflamación y mejorar el dolor. Otro tipo de infiltración local es con ácido hialurónico. Su función es fortalecer la matriz extracelular del cartílago asociando un efecto analgésico. Es un fármaco de acción lenta peor que puede modificar levemente el curso de la enfermedad.

· Tratamiento rehabilitador y ejercicios de potenciación muscular adecuada.

· Ortesis: su función principal es estabilizar la base del primer metacarpiano, tratando de evitar la progresión de la aducción del primer metacarpiano así como la subluxación de la base. Disminuyen el dolor y el paciente puede realizar la mayor parte de sus actividades de la vida diaria.

· La terapia más novedosa en este momento, consiste en la infiltración con plasma rico en factores de crecimiento. Se extrae sangre del paciente, se centrifuga y se inyecta en la articulación, en un ciclo de tres pinchazos, separados cada uno por una semana. La ventaja respecto a otros pinchazos consiste en su capacidad para frenar el envejecimiento articular, reducir la inflamación y aliviar el dolor. Es una de las localizaciones donde el uso del plasma tiene un mejor resultado.

Cuando el tratamiento conservador falla, el cirujano y el paciente se deben plantear la opción de la cirugía. El dolor debe ser incapacitante; la función de la mano muy limitada y que afecte a la calidad de vida de la persona y a sus actividades de la vida diaria. La indicación en cuanto a la técnica va a depender de factores como la edad, el estado general del paciente, su actividad laboral y deformidades asociadas.

Quique, en su etapa en el Almería, con el pulgar hacia arriba. Quique, en su etapa en el Almería, con el pulgar hacia arriba.

Quique, en su etapa en el Almería, con el pulgar hacia arriba.

Hay varias técnicas a la hora de elegir la intervención:

-Artrodesis de la base del pulgar: se usa en personas cuyos trabajos son de mucha fuerza. Consiste en dejar “sin juego” la articulación que une la base del dedo gordo con la muñeca, mediante una placa con tornillos. Si la articulación no se mueve, no duele. El trabajo de esa articulación que no funciona lo realizan otras pequeñas articulaciones de la muñeca, que deben estar sanas para poder realizar esa técnica.

-Artroplastia de interposición: bajo ese nombre tan raro encontramos nuestra técnica favorita. Si el trapecio es el hueso de la muñeca que se encuentra dañado, lo extirpamos, sin más. Pero claro, ese hueso deja un espacio que rellenaremos con un tendón de la muñeca, que usamos como donante. Por eso se llama de interposición porque el tendón que usamos como injerto queda interpuesto entre el pulgar y el hueso de la muñeca. No hay problema porque en la muñeca solemos tener tendones que llamamos accesorios. Son aquellos que no deberían estar pero que suelen hacerlo. En la muñeca debe haber un tendón aductor únicamente, pues bien, la mayoría de las personas tenemos más de uno, así que usamos el que sobra. Cuando solo hay uno, usamos la mitad. De esta manera no debilitamos la zona donante. Esta técnica permite que la movilidad siga intacta y además la fuerza de agarre no se afecte. El posoperatorio consiste en estar inmovilizada la muñeca durante tres semanas y luego a realizar ejercicios de movilidad y agarre.

-Artroplastia total: Consiste en colocar una prótesis trapeciometacarpiana. El aspecto es similar a las que tienen las de cadera: hay un vástago que se coloca dentro del primer dedo, una cabeza esférica que articula sobre una cúpula llamada acetábulo que se coloca en el trapecio. La movilidad es completa y la fuerza también. Sus dos principales incovenientes son el precio (cada implante puede superar los 1500 euros) y el riesgo de luxación de los componentes que requerirá una nueva intervención.

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