Análisis

Francisco bautista toledo

Adivinando un mundo oculto

Javier Torras, artista plástico madrileño, elabora una obra singular, de profundo color y efecto visual agradable. Sus piezas nos muestran escenarios soñados, apareciendo en ellas islotes envueltos en neblinas evanescentes de tonalidades azulinas, con vetas irisadas reducto de un resplandor pasajero, en cuyo relieve se rompen las olas cromáticas, aclarando el color en su descomposición, producto del choque batiente.

¿Pero son islas o cúmulos brumosos concentrados de consistencia instantánea? Esa es la primera pregunta que se hace el observador. En otras composiciones sí define las figuras, como hadas sublimadas ensimismadas en el tañido de su melodía, o sirenas que toman asiento en la visualización de un escenario fantástico, su magia transforman el ambiente.

En su trabajo pictórico expone una confusión latente de rectas y círculos, en ruptura permanente, equilibradas por un horizonte donde transitan los tonos azulados, desde su opacidad hacia la claridad celeste.

En el desarrollo de sus producciones es el azar quien sugiere estas formas naturales, islas, o cordilleras fantásticas, refugio de paraísos míticos. Puertas hacia el ensueño, conclusión del curso creativo del pintor que se deja llevar por la fuerza de la paleta aplicada, sucumbiendo a su encanto. Javier Torras se interna en el campo del color, es dominado por su impulso, perdiendo la razón lógica para crear dirigido por la fuerza de los genios que anidan en el subconsciente. El resultado es una obra que atrae la mirada, susurra al espectador, proponiéndole nuevos relatos imaginarios, de transcurrir apacible.

En sus piezas crea una confrontación de espesores cromáticos, donde juegan azules, verdes, ocres o naranjas, en conformaciones de apariencia caótica, las cuales muestran, y sugieren, imágenes múltiples en la comprensión del espectador.

Es como un jardín florido, que funde sus formas para quedar expuesto como conjunción difusa de colores, combinados en un pulso de cambios permanentes, surgiendo las damas danzantes, como ninfas que flotan en las esencias de las gamas tonales, tomado vida propia al rebelarse de la mano del artista. Quieren escapar de su realidad.

Javier Torras organiza en su obra un efecto poliédrico, donde se observa un mundo reflejado, descompuesto en las distintas parcelas de superficies supuestas. Propone este pintor una realidad oculta tras la creída auténtica, resultado del tránsito generado por la disolución del orden impuesto. Es un trabajo pictórico de intensa fuerza contemplativa.

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