Análisis

NICO GARCÍA

Culpables

Tan normalizados están los insultos racistas que hasta el árbitro amonestó a Marega

Nuevo fin de semana y otro episodio racista en un campo de fútbol, reflejo de la sociedad, una sociedad que vive en el siglo XXI con menos educación de la que pasó antes de Cristo. En concreto, Marega, jugador del Oporto, se marchó del terreno de juego tras recibir insultos en el encuentro que disputó su equipo ante el Vitoria Guimaraes. La escena fue la de siempre: decena de monos haciendo el sonido de estos a un ser humano que hacía su trabajo en el verde. El futbolista se molesta y decide no continuar viviendo la situación, yéndose hacia vestuarios, los compañeros y rivales se acercan e intentan convencerle de que se quede. La situación no es nueva, simplemente una más, incluso ya está normalizada. Tan normalizada que hasta el colegiado cumple el reglamento a rajatabla y el jugador puede acabar con una amarilla, como ocurrió con Marega el pasado domingo. El excepcional documental sobre el racismo que sacó hace unas semanas Movistar mostraba cómo Emerson le dijo a Etoo en ese famoso partido disputado en La Romareda que si el futbolista del Barcelona se marchaba del encuentro, él hacía lo mismo, una plausible declaración de intenciones. Y todo cambiará cuando el colegiado suspenda el encuentro o los futbolistas no continúen jugando hasta que la seguridad del campo eche a ese sector y se acaben los cánticos. Los compañeros y rivales son cómplices porque hay que ser egoísta para continuar dándole patadas a un balón mientras alguien que acaba de ser víctima de un episodio de racismo (y al que le tienen cariño supuestamente) está en el vestuario. Pero esos compañeros, rivales y árbitros anteponen otros intereses por encima de los valores humanos, mostrando que el supuesto apoyo no es más que quedar bien delante de la galería. Mientras tanto los racistas siguen haciendo de las suyas en la vida y en el fútbol.

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