Hubo un momento en mi vida y en la de mis compañeros de infantiles del extinguido Poli Ejido, en el que Paulino Granero representaba lo más cercano que íbamos a estar del servicio militar. Para nosotros que veíamos ensimismados los entrenamientos del primer equipo celeste la figura de Paulino suponía un continuo griterío de directrices y ejecuciones propias del fútbol profesional. En aquellos tiempos el ejidense era fácil de reconocer: delgadez propia de un atleta, mirada penetrable, pasos rápidos de un lado al otro del campo, piernas depiladas al detalle, cronómetro colgando del cuello, conos en una mano y balones en la otra. Todo el dispendio de ejercicios novedosos y cargados de adrenalina se alineaban en el antiguo Estadio de Santo Domingo para preparar a los futbolistas para la batalla. Y ahí comenzaba el espectáculo. "¡Más rápido!", gritaba Paulino mientras no paraba de moverse negaba con la cabeza y miraba su reloj con automatismos propios de una persona metódica en su trabajo. ¡Elegir la mejor opción!, y golpeaba el balón al interior del rectángulo donde todos corrían para alcanzarlo… "¡Vale!"... Se hacia el silencio mientras los futbolistas miraban al suelo en un ligero paso y Paulino alineaba los balones esperando el tiempo de recuperación pertinente para empezar la siguiente serie. Su andadura en el Poli desde Tercera hasta poder estar en la inauguración de un Mundial no es fruto de la casualidad, pero no les negaré que sin querer ser el más iluminado ni tan siquiera tener una bola de crista no era difícil adivinar la progresión que Paulino tendría. Se ha convertido en uno de los preparadores físicos de referencia con mucho trabajo y sacrificio. Su mejor exposición es su labor en la selección rusa, llevando al equipo con el peor ranking de todas las que participaron en el Mundial a pelear hasta cuartos de final en gran parte por su excelente rendimiento físico y de recuperación. Todos los futbolistas que ha dirigido hablan maravillas del almeriense y eso es porque el sargento Paulino una vez acabado el entrenamiento saca a relucir su faceta amable y simpática, demostrando que ser un profesional exigente en el trabajo no está reñido con la característica que más acompaña su nombre cuando suena por El Ejido. "¿Paulino?, ese chaval es buena gente".

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