El fútbol es una de las ciencias donde el objetivo final lo es prácticamente todo. O sin el prácticamente. Así se explican las altas primas al lograr lo propuesto a pesar de los copiosos sueldos para los que tienen suerte de ser profesionales. El cómo apenas importa, si acaso para aquellos que sólo consideran fútbol el modelo de juego combinativo y vistoso, despreciando el resto, cual individuo que llama fascista o facha (las palabras de moda) a todo aquel que no piense de su misma manera. Las flores están en los montes, en el terreno de juego lo que se plasma es trabajo. Y si el Almería está instalado en la segunda posición (ya son ocho las jornadas en ascenso directo) es por el buen trabajo defensivo (50% de los partidos sin encajar), por la igualdad que reina en la competición y por el buen arranque de los de Pedro Emanuel. Un Pedro Emanuel que seguía ahí porque los resultados eran los que mandan. Si el técnico angoleño hubiera sido capaz de encajar las características de los Coric, Vada, Lazo, Darwin y compañía en su idea de juego, el Almería continuaría arriba en la clasificación y su futuro no habría corrido peligro, teniendo la posibilidad de convertirse en inmortal, como lograron Emery y Gracia. Pero el fútbol no espera a nadie, el colchón de puntos se ha convertido en almohada y los rojiblancos no desprenden el olor de una buena colonia ya lista para ser vendida en la perfumería en vez del almizcle que ni ha sido destilado. Este periodista albergaba ya pocas dudas de que Turki Al-Sheikh no se lo iba a pensar otra vez por mucho que Pedro Emanuel fuera de su entera confianza. Es lo que tiene el fútbol, esa ciencia tan difícil de entender. Dicen que se comprende algo cuando se es capaz de explicarlo a un anciano. A ver quién le explica a la abuela del que suscribe que el entrenador de un equipo que no ha bajado de la cuarta plaza esté cuestionado.

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