Eso somos para ellos, los que suben a las tribunas armados y avalados por libros y discursos que han escrito sus lacayos contando las palabras que hacen falta para llenar una hora frente a las cámaras. Mercenarios de sueldos altos que, aunque la tengan, no usan su capacidad de síntesis porque sirven a un amo vanidoso que está convencido de que la muchedumbre sólo tiene hambre y sed de su presencia.

El acto del pasado 16 de Julio, día de la Virgen del Carmen, fiesta de gran arraigo para los pescadores y la Marina de España, fue, entre otras cosas, una prueba inequívoca de lo que somos para el Presidente Sánchez: seres invisibles, dígitos que le orientan sobre sus posibilidades de ganar las próximas elecciones, carne de urna.

Estamos hechos ya a la vacuidad de su oratoria, a sus mentiras, a su hipocresía, a su mala educación "institucional" cuando da plantones a Felipe VI con excusas baladíes, o ignora durante semanas y meses al líder de la Oposición mientras decide en solitario aplicar medidas que deberían considerarse cuestiones de Estado, y con torpeza de párvulo, declara a Il Corriere Della Sera, "nunca tuve intención de llegar a ningún acuerdo con el PP". Y lo dice la víspera de la votación en la que se ventilaba, nada más y nada menos, si Nadia Calviño sería la Presidenta del Eurogrupo, para lo cual iba a ser determinante el apoyo del Partido Popular Europeo.

Dicen que gozó, como un chaval en la Noche de Reyes, atendiendo los detalles del agasajo a los líderes europeos que aceptaron su invitación al acto solemne de homenaje a las víctima del coronavirus, y que, con vocación y aires de primera dama americana, doña Begoña estuvo supervisando hasta la colocación de la cubertería. Luego vimos cómo se desarrolló el acontecimiento; bien, sobresaliente en todo. ¿O no? Según los que están en "la pomada" de la información política más fidedigna, por contrastada, Pedro Sánchez no disfrutó mucho con el discurso del Rey. Porque ese discurso - el mejor de todos los pronunciados por Su Majestad hasta ahora - rompió el cerco al Palacio de la Zarzuela impuesto por Pablo Iglesias con el visto bueno del Presidente. Cada palabra, cada silencio, cada gesto, surtieron sobre los familiares de los muchos miles de fallecidos el efecto de un abrazo. El abrazo de un pariente cercano. Así de verdadera y conmovedora fue su condolencia. Al acabar, después de unos segundos de silencio - lo que dura un suspiro - inclinó levemente la cabeza, dio la vuelta y volvió a su sitio. Ese silencio latió en el Patio de Armas del Palacio de Oriente, fue un aldabonazo en los corazones de la gente de España. Mientras Felipe VI hablaba no fuimos seres invisibles.

Más tarde, en el momento protocolario en que las autoridades autonómicas y europeas saludarían a los Reyes, Sánchez y su esposa, "sin darse cuenta una vez más", se quedaron junto a ellos arrogándose el mismo nivel y la misma significación que el Jefe del Estado.

El tiempo dirá si la "mala entraña" de solapar la fiesta grande de los pescadores y de la Armada le pasa factura o no. Hemos sido muchos los agraviados por el capricho de un ateo. Como si no hubiera habido otro día, para celebrar el homenaje a los muertos por la pandemia… o para lo que él haya querido, o quisiera que fuera.

Sí, el tiempo dirá. Mientras el mundo gira.

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