Análisis

nico garcía

El partido del descanso

Apenas duran un cuarto de hora y da igual la mezcla de edades, el balón no entiende de eso

Realmente el titular no sería en singular, sino en plural, puesto que son numerosos los encuentros que se disputan mientras los dos equipos que juegan el partido oficial descansan en los vestuarios, hidratándose con agua -bebidas isotónicas los afortunados- y escuchando -algunos oyendo- las palabras del entrenador. Mientras se disputan los últimos minutos de la primera mitad decenas de niños y jóvenes esperan a que el árbitro señale el final del primer acto para saltar ansiosos al campo y darles unas patadas al balón, soñando con que algún día sean otros los críos que disputen esos partidos del descanso y sean ellos mismos los que están en el vestuario, señal de que defienden al primer equipo de su pueblo o barrio. Esos partidos apenas duran un cuarto de hora como mucho (no se pierde ni un segundo entre que el trencilla pita la finalización de la primera parte y el salto de la valla hacia el terreno de juego), pero dan para un sinfín de historias. Los equipos se hacen sobre la marcha, puesto que no hay tiempo para equilibrarlos. Si llega algún rezagado, se le pone con quien sea, dando igual que haya una diferencia de edad, puesto que el balón no entiende de fechas de nacimiento. En el caso de que al guardia de seguridad de turno no le apetezca que se jueguen esos partidos, entonces toca salir del recinto y jugar en los aparcamientos del campo, con cuidado de no golpear ningún coche ni de embarcar la pelota en el árbol. Por su parte, los mayores con niños tienen un sabor agridulce. Agrio por no poder disfrutar de la cerveza del descanso, pero dulce de poder aunque sea pelotear con su niño de dos años. Cosa bien diferente es aquellos partidos de categorías inferiores, con el típico grupo de padres que paran por diez minutos de proliferar insultos para saltar al verde y ver quién es el tonto que golpea más fuerte la pelota, alguno mientras se fuma su hierba.

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