A Son de Mar

Inmaculada Urán / Javier FornieLes

Arrimadas a Sánchez

Resulta que mantener el IVA justifica apoyar a quienes entierran el derecho a educarse en un idioma común

Pocas medidas simbólicas tan importantes como la expulsión del español de las aulas. Decimos simbólica, porque es el último acto de una farsa que se representa desde la época de Felipe González. El ideal de la Transición -utilizar civilizadamente dos lenguas- desapareció hace tiempo y ha terminado con un decreto digno de Franco o de Companys.

Si el PP y el PSOE no han dado la talla, la actitud de los nuevos partidos -los que iban a regenerar la democracia- ha sido aún peor. En el caso de Podemos hay que reconocer, al menos, que no mienten. Como su nombre indica, vinieron a ejercer el poder y vaya si lo ejercen. Lo impensable ha sido la postura de Ciudadanos. Ahora resulta que mantener el IVA justifica apoyar a quienes entierran el derecho a educarse en un idioma común. Desde el plato de lentejas de Jacob no se ha visto nada igual. La agustina de Aragón ha resultado de pronto una afrancesada. Nos preguntamos si quienes asombraron por cantar, en la misma boca del dragón, 'soy español, español', no gritaban en realidad 'soy del Español, Español', tras una resaca futbolera. Ahora mismo nos parece que la ministra de género debería intervenir. No se conoce un caso semejante de partido maltratado. Cuanto más se humilla 'Arrimadas a Sánchez' para que la miren con amor, más gallean el presidente y los partidos que gobiernan. Y ahí está el tuit de Echenique, dándoles las gracias por apoyar los presupuestos social comunistas y 'comérselos con patatas', como epitafio de unas siglas, que en otros tiempos ilusionaron.

Lo grave es que lo ocurrido con el español no es un problema de Ciudadanos o de sus perplejos simpatizantes. Puede haber naciones con territorios que funcionan casi como estados independientes. Es el caso de Estados Unidos. Pero lo compensan manteniendo un sistema educativo que apuesta por un idioma común y por fortalecer el sentimiento de pertenecer a una colectividad. Eso que nos hace tanta gracia -ponerse de pie con el himno o llevarse la mano al corazón- es el resultado de un proceso educativo que permite contener las divergencias en unos justos límites. Sin ese dique, nuestro camino es el de Bélgica, un 'algo' sacudido por el rencor y la desconfianza. Y esto pasa siempre factura: quizás no sea casual que Bélgica y España sean los países europeos donde el coronavirus ha provocado más muertes y donde peor se ha sabido pelear contra la pandemia.

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