Cementerios

Nuestros muertos ocupan el mismo espacio en nuestras vidas que el cementerio de la Trinidad en Wall Street

Según el calendario cristiano, hoy es el día de los Fieles Difuntos. Es probable que esas dos palabras hayan perdido su sentido en los tiempos que corren. Muchos jóvenes -estoy seguro- no sabrían definir con exactitud qué cosa es un difunto. Y en cuanto a fiel, o al concepto de fidelidad, también tendríamos problemas a la hora de encontrar una definición ajustada. Me pregunto qué pasaría si en las pruebas de Selectividad se pidiera a los alumnos que redactaran un pequeño texto sobre la fidelidad y sobre las personas fieles. Aventuro un enorme cacao conceptual y toda clase de pataletas desaforadas en Twitter. La falta de lecturas y el pésimo uso del pensamiento abstracto están pasando factura a nuestros jóvenes. La gran Iris Murdoch, comunista en su juventud, empezó a votar a los conservadores en sus años de madurez por la rabia que sintió al ver cómo la educación pública británica se degradaba a causa de las reformas "progresistas". En España conocemos bien la historia.

Pero estábamos hablando de los "fieles difuntos" y del papel cada vez más exiguo que ocupan en nuestras vidas. Estamos familiarizados con toda clase de monstruos, zombis, momias y criaturas del cine gore, pero mucha gente no ha pisado un cementerio en su vida. En Manhattan, muy cerca de Wall Street y de las antiguas Torres Gemelas, hay un cementerio diminuto que pertenece a la iglesia de la Trinidad. Uno va caminando entre rascacielos y de pronto se topa con un puñado de lápidas corroídas por la lluvia. Las más modernas son de comienzos del XIX; las más antiguas, del XVII. Contra todo pronóstico, el cementerio no ha sido arrasado por las construcciones ni por los nuevos edificios. Ni siquiera los atentados del 11-S, que derribaron las Torres Gemelas a pocos metros de allí, pudieron destruir ese cementerio. Y allí sigue todavía hoy. Es una de las imágenes más bellas que se pueden ver en Manhattan.

En cierta forma, nuestros muertos ocupan el mismo espacio que el cementerio de la Trinidad en el corazón de Wall Street. Los muertos son molestos, incómodos, desagradables. Nos recuerdan las viejas verdades del Eclesiastés que nadie quiere asumir y nos demuestran que todas las vanaglorias de este mundo acaban deshaciéndose en el aire. No tienen Instagram, nuestros fieles difuntos. Ni que sepamos, han abierto una cuenta en TikTok.

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