A dos metros

Ricardo Alba

Culpables

La mayor riqueza personal de cada uno es la salud, su salud. Y la clase política juega ahora con ella, con la salud de todos

Si me engañas una vez, tuya es la culpa. Si me engañas dos, la culpa es mía". Este proverbio atribuido a Anaxágoras, primer filósofo presocrático establecido en Atenas, es tan cierto como feroz. Es de suponer que, allá por el siglo V a.C., a Anaxágoras no se le vino a la cabeza este aforismo filosófico al contemplar las estrellas, sino más bien resultó obra del escarmiento. En los escritos de la época no se halla constancia de que pese a ello, a Anaxágoras no se la siguieran dando con queso. Sea como fuere, después de tantos siglos nada ha cambiado. Seguimos dejándonos engañar dos, tres, cuatro, quinientas veces, sin poder echar la culpa a nadie, solo a nosotros mismos, individual y colectivamente. De ahí, la ferocidad caníbal de la máxima de Anaxágoras: todos y cada uno de nosotros somos culpables de tanto y repetido engaño.

Con cierta alegría arremetemos contra lo que todos hemos dado en etiquetar como clase política. Nos equivocamos. Este género no es culpable de nada, es así por naturaleza según Darwin al teorizar que la evolución de las especies da origen a nuevas especies, podríamos decir mutaciones genéticas. Y el caso es que al parecer Darwin tenía razón y Anaxágoras también: la especie política de todo color es mutante y embustera. El resto, o por mejor decir, los de la especie primaria, somos bobos innecesarios salvo para Hacienda.

La mayor riqueza personal de cada uno es la salud, su salud. Y la clase política juega ahora con ella, con la salud de todos. Desde primeros del pasado año a ahora, son incontables los bandazos del ministerio de Sanidad, del ministro y de sus allegados. El remate ha sido, es, el paréntesis de vacunaciones en días festivos. Y en estas alturas de la temporada pandémica, el ministro de Sanidad dice que "vuelvo a casa". Naturalmente, uno concluye que el ministro estaba aquí de visita, que le importaba una higa el pandemónium y que endilgó sus embarazosas pulgas a las Comunidades Autónomas.

Lo caníbal es aceptar que ni el socialista Illa ni su sanchista jefe son culpables de nada, lo suyo es así de natural. Tampoco será culpable el socialista Iceta de que lo hagan ministro, si así fuese. Es la prima del traspaso al renunciar a su candidatura a la Generalidad. Mientras, aquí están nuestras tragaderas de piedras de molino. Pregunta: en el caso de que Illa no alcance la presidencia de la Generalidad, ¿permanecerá en "su casa" o regresará al exilio?

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