Día de la Ascensión

En medio de este mundo con tantas atrocidades, no somos capaces de salir de las tinieblas de la ignorancia

Ayer domingo, se celebró la fiesta litúrgica de la gloriosa Ascensión del Señor Jesús, apagándose el cirio Pascual, tras realizar el Divino Redentor la divina misión de Dios Padre en la Tierra y postrarse en el Paraíso eterno, y así nos lo expresa San Pablo a los Corintios, que tuvieron la dicha de ver este acontecimiento un grupo de personas, siendo testigos oculares y directos, al igual, que aconteció con humildad con el nacimiento en Belén.

Estando los Apóstoles reunidos se les apareció El Resucitado, y con ternura pero con firmeza les recriminó su obstinada incredulidad, instándoles a los once a predicar y extender su reino por todo el mundo, saliendo a la plenitud del campo para volver a la diestra del Padre, justificación última de que las puertas del Paraíso están abiertas a todos, sin excepción alguna. Es la única fuente perenne de esperanza, de consuelo y aliento que nos queda, lo demás es contemporáneo pero no eterno.

Sí realmente hemos vivido la alegría de la Resurrección de Cristo, sí realmente hemos sentido la Resurrección del Señor de la Vida, el triunfo de la vida sobre la muerte y el pecado, sobre la caducidad corporal de la materia, compartiremos los sentimientos de Jesús de Nazaret en la consumación de la victoria en El Calvario, tal y como lo hemos hecho durante el drama vivido en la Semana Santa, dentro y fuera de los templos.

Además, cuando se marchó al Cielo, regresando al lugar desde donde vino, nos lo dejó dicho que nos aseguraba un lugar para que estemos donde Él está (Jn.2), prometiéndonos enviarnos el Espíritu Santo, el próximo Domingo de Pentecostés, el Espíritu de la Verdad, a fin de no desfallecer durante este tiempo de espera (Jn. 14,15,ss). A pesar de haber vuelto la espalda a Dios, Jesucristo nos hizo suyos, y nuestra vida está dentro del Misterio de Cristo en Dios.

En medio de este mundo con tantas atrocidades, no somos capaces de salir de las tinieblas de la ignorancia, de este mundo veloz en su cultura técnica, pero incapaz de conocer y saborear las cosas que son de arriba, las cosas espirituales, nosotros, los cristianos, y como valor añadido, los cofrades, estamos llamados a ser testigos de la Luz, la Verdad y de la Santidad divina dentro del Cuerpo Místico que es nuestra Iglesia Católica, único camino seguro e irrefutable, llegado el momento, de nuestra ascensión a la vida sobrenatural, triunfo de la historia humana. Paz y Bien. Paz y Gloria.

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