A Son de Mar

Inmaculada Urán / Javier FornieLes

Días sin libro

A los niños se les da en la escuela obras imposibles sin haber leído antes ni siquiera un cómic

En un inquietante relato, Borges y Bioy Casares -"Esse est percipi"- cuentan lo siguiente. El narrador observa en sus paseos que el estadio del River ha desaparecido. Se le ocurre ir a preguntar a un académico. Y éste lo remite al presidente de un club. El narrador le confiesa su amor por el fútbol y cómo se sabe de memoria los nombres de los futbolistas desde la infancia. El presidente inicia entonces una extraña revelación: fue él quien inventó esos nombres tan admirados. Ante el pasmo del narrador, le revela que desde hace años no se juega al futbol. Simplemente se simula con actores; todo es como una serie de televisión que los espectadores viven con entusiasmo.

El mismo relato se podría escribir hoy, pero sustituyendo el fútbol por la literatura. Nos podríamos imaginar a ese académico confesándole a un Sergio Ramos que hace mucho que la gente dejó de leer. Era algo tan fatigoso en relación con el cine o las series… Se editan libros sí, cierto, y hasta se venden. Los mayores los buscan: andan solos, no duermen bien. La gente solo lee resúmenes, pero le gusta aún salir en la tele con una librería detrás. Celebramos el día del libro y se dan premios a vejetes siempre irritados, que sospechan que no los entiende ni su mujer. Espejismos.

Perplejo, Sergio Ramos podría contestar que a sus hijos les hablan de Lope, les hacen resumir El Quijote... Claro, diría el académico. Y también se les protege de enfermedades erradicadas. A los niños se les da en la escuela obras imposibles sin haber leído antes ni siquiera un cómic; pero como una vacuna para evitar que caigan en el vicio. No hay peligro. A la mayor parte de los profesores tampoco les interesan y los mandan por mantener la tradición. ¿No amenazamos a nuestros hijos con quitarles la tablet? ¿No los castigamos poniéndolos a leer? Y luego está el hábito de leer a los pequeños antes de dormir. El efecto es sorprendente. De mayores basta con sacar un libro para que algunos caigan en un sopor invencible. Créame -indicaría triunfal-, en una generación, la lectura será como la alfarería. Eso sí, seamos justos: hemos contado con la colaboración de todos los gobiernos.

-Por cierto, Sergio, no tendría alguna entradita para el próximo partido. Para mis hijos -¡Oh, capitán!, ¡mi capitán!-, es usted su faro, su mentor. Perdóneme, me dejo llevar por la mala retórica. Resabios del pasado.

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