La cuarta pared

Felicidades

Hoy no voy a escribir sobre ladrillos, cemento o arena. Me voy a tomar la licencia de sacar los pies del tiesto

Hoy es un día especial. Y me voy a tomar la licencia de sacar los pies del plato. Hoy no voy a escribir sobre ladrillos, cemento o arena, ni sobre espacios o sobre grandes eventos arquitectónicos. Tenía incluso un artículo preparado sobre el reciente derrumbe del edificio de Miami. Pero no. Hoy, le voy a dedicar estas líneas a alguien que, todo sea dicho, también es arquitecto. Así que a lo mejor no está del todo fuera de lugar.

Un caluroso 1 de julio del año 1945 en Madrid, vio sus primeras luces (o tal vez unos días después, pues como bien sabemos los niños de la posguerra nacían con los ojos cerrados), un pequeño retoño que a los pocos años se convirtió en un mozalbete con un gesto y una sonrisa que aun se conserva intacta en su cara. Pasó sus primeros años de infancia desplazándose por distintos lugares de España a causa de los traslados y destinos profesionales de su padre, arquitecto también mira tú por dónde. Antes de los 10 años, llegó a Almería, y fiel a la máxima que tantas veces le he oído decir a él, de que "uno no es de donde nace si no de donde pace", paso a convertirse en un almeriense convencido.

A veces me da por pensar, y veo con cierta envidia y morriña a las personas de esa generación que han tenido la suerte de vivir un tramo de la historia tan espectacular y cambiante. Ellos han vivido y han conocido las penurias de salir de un periodo de destrucción provocado por las grandes guerras y los esfuerzos para levantarlo todo de nuevo; la explosión de la aviación comercial, la llegada del hombre a la luna, el tetrabrik y el wonderbra, el desarrollo exponencial de la informática y las telecomunicaciones, la globalización y el cambio climático, España campeona del mundo de fútbol, el coche Tesla viajando a Marte con un maniquí… y el paso de la vida con los altibajos inevitables de la propia existencia humana, imperfecta y cruel en ocasiones. Papá, hoy es un día grande. Con los 76 años que hoy cumples, es todo un orgullo y una suerte tenerte tan cerca y tan bien. Siempre dispuesto a arrimar el hombro y con tu eterna sonrisa que me insufla energía para enfrentar los problemas del día día. Eres de los que siempre ve el vaso medio lleno, y además lleno de vino. De las incontables cosas que me has enseñado, me voy a quedar con dos: La vida hay que llenarla de amigos, y que siempre se recibe más de lo que se da. Por muchos años más cumpliendo como un campeón, y que los demás tengamos la suerte de verlo ¡Muchas Felicidades!

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