Alguien ha llamado al conflicto de Oriente Medio la guerra de los mil años. No es un eufemismo si contamos desde la primera de las nueve Cruzadas, emprendida por la católica Europa en el siglo XI. La contienda moderna tiene un siglo y su último capítulo es la matanza perpetrada por Hamas y la carnicería de Israel en represalia. Hamas es un grupo terrorista, aunque esto es transitorio en esa parte del mundo. Menajem Begin fue el jefe del comando del Irgún que destruyó en 1946 el Hotel Rey David, sede de la administración británica, causando 92 muertos. El Irgún se convirtió en el partido político Herut tras la creación de Israel, que a partir de 1973 fue la base de la coalición Likud, partido de Netanyahu. Begin pasó de terrorista a premio Nobel de la Paz por los acuerdos de Camp David de 1977. Arafat pasó de terrorista a premio Nobel de la Paz por los acuerdos de Oslo de 1993.

Hamas es además una organización política y militar cuyo núcleo duro lo forman 50.000 familias, que controlan a 2,2 millones de personas. Sus crímenes tenían un objetivo logrado: propaganda. El mundo está hablando de Palestina y la economía global se resiente. El saldo en vidas será enorme, porque ni Hamas ni Israel discriminan entre combatientes y población civil. Hamas es también un grupo fundamentalista islámico. Matar en nombre de dios deja muy confortados a los fanáticos. Como el que asesinó a Isaac Rabin, un ultranacionalista judío.

El resultado de la partición de Palestina es un fracaso colectivo. El holocausto de seis millones de judíos perpetrado por los nazis conmovió al mundo y facilitó la vieja aspiración del movimiento sionista, la creación del estado de Israel, por el que habían combatido organizaciones terroristas judías en los años 20, 30 y 40. Pero del reparto inicial de la ONU en 1947 no queda nada. Hoy todo el territorio está bajo control judío, con el amparo de la primera potencia del planeta. Estados Unidos ha dado cobertura total a Israel. Por ejemplo, Marruecos ha recibido el plácet para quedarse con el Sahara a cambio de reconocer al estado judío. El principio razonable según el cual Israel tiene derecho a una legítima defensa y a su existencia como estado, sólo se aplica a una de las partes.

Haizam Amirah, investigador del Real Instituto Elcano, explica que Israel no puede ser al mismo tiempo un estado judío, una democracia y mantener el control sobre los territorios y poblaciones que ahora domina. Si quiere ser un estado judío y democrático, tendrá que poner fin a la ocupación. Si desea ser democrático y controlar todos los territorios, tendrá que ser un estado binacional igualitario. Y en caso de que siga siendo judío y dominando Cisjordania y Gaza, no será un Estado democrático.

En Israel viven actualmente unos siete millones de judíos. La cifra de refugiados palestinos fuera de su hogar es de seis millones, a los que se sumará el millón que quieren sacar de Gaza. Empate. A la guerra de los mil años le quedan novecientos.

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