Mirando al mar

Manuel López

Neptuno

Hace ya tiempo que miro el agua y veo otra cosa. Ese mar sin barreras transporta a humanos en busca de un futuro mejor

Cuando llegué a Almería, hace ya más de un cuarto de siglo, estuve un tiempo bastante desconcertado y no entendía el motivo. Soy giennense, crecí en una ciudad a la sombra de un volcán, un castillo y una catedral, en una provincia con un horizonte sembrado de olivares que tapizan con su geometría humana todo el terreno hasta las sierras en las que se acaba el mundo visible. Para la gente de interior, el paisaje tiene unos límites y nos impone su propia forma de ver el mundo. Vine como Becario de Investigación, pero no era la incertidumbre laboral lo que me desazonaba. Estaba a punto de nacer la Universidad de Almería, pero no era aquel proyecto lo que me inquietaba porque bastante ya teníamos con el presente. Estaba en una ciudad desconocida, pero siempre he pensado que las ciudades no deben cautivarnos, sino ser nosotros los que decidamos sentirnos bien en ellas.

Cavilando sobre qué me tenía así, un día me quedé mirando por la ventana del Seminario en el que trabajaba, en el Edificio Central, con unas fantásticas vistas hacia la costa y el... Un golpe de inspiración me llegó con la brisa que entraba por la ventana. No había horizonte: hasta donde alcanzaba la vista, se extendía el mar, azul o no, calmo o picado, con barcos o sin ellos, pero siempre ilimitado, una presencia enorme que se extiende indomeñable, inmune a fronteras y barreras, hasta un punto del Universo siempre fuera de nuestro alcance.

Bajo a la playa, me baño, o miro el Mediterráneo y recibo su energía: incluso en los días de temporal, su fuerza me cautiva, me impresiona, me relaja. Para mí, el mar es la potencia de la Naturaleza, su inmensidad, su indiferencia a los límites humanos. Siento respeto por el mar, por ese ingente volumen de vida viva en el que se puede flotar, nadar, navegar, disfrutar, a condición de que se respete su carácter y de saber que su humor es cambiante y caprichoso: Poseidón para los griegos, como Neptuno para los romanos, es un dios potente al que ningún mortal osaría hacerle montar en cólera.

Hace ya un tiempo que miro el agua y veo otra cosa. Ese mar sin barreras, fronteras ni límites transporta seres humanos que vienen a nosotros en busca de un futuro. Ese mar alberga el último grito ahogado del pánico a la muerte segura. Ese mar arrastra los restos descompuestos de seres humanos muertos lejos de tierra firme. Ahora, ese mar en el que me baño lo miro con otros ojos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios