Desayuno con diamantes

José Fernando Pérez

Pandemonio

Encontrar la cerradura que se adapte a la llave ha sido fácil, ahora bien encajar esa llave no lo ha sido

Abrir con la vacuna que al menos ahora encaja será nuestra exorcismo. Queda claro, después de la misma siempre vendrá la calma.

Y esa calma no es perpetua, pero supone un descanso donde se pueden velar, recuperar fuerzas, intentar conciliar el sueño que ha desaparecido y que llama a tu cerebro, pero que sólo golpea, porque la vigilia tiende a imponerse.

Han sido demasiadas horas, días, semanas y meses, pero alivia encontrar un claro entre las nubes, entre el malévolo desenlace que quiere provocar esa atmósfera y oscura. Cueva negra y hedionda, donde la fetidez comenzaba a ser demasiado habitual.

Un claro en medio de la tormenta da luz y alegría, por momentos, y ensombrece y apesadumbra a las tinieblas.

Un manto de negra oscuridad y un pequeño resquicio de esperanza que se abre, te deja ver qué hay más allá, lo que casi puedes tocar con los dedos y acariciar con la mirada.

Se humedecen los ojos mientras la evidencia abofetea una y otra vez, pues han sido muchas las piedras, muchos los socavones y poca es la memoria retentiva de lo que realmente ha pasado.

En medio del torbellino de repente surge lo inesperado que te hace pensar que ya es demasiado, que no puedes aguantar más, pero sin embargo lo haces, porque no se busca nada más que ese ideal y referencia, situación que sirva para la mejora del conjunto donde todo tienda a converger y no repartir estopa a diestro y siniestro.

La facilidad con que todo se rompe en mil añicos choca frontalmente con la dificultad en reconstruir las dos piezas separadas. Una masa informe que empieza a tomar conciencia, donde las aristas cortantes tienden a limarse y donde la superficie comienza a profundizar en las mareas de la geometría, buscando la regularidad, donde un pentadecaedro sea el fin.

Me sabe la boca a sal. Es tanta la sangre chorreante de los mil golpes en la mandíbula, de las mordeduras de lengua, de las encías que han encajado mis mordeduras en el duro suelo…salitre en la boca.

Podemos escupir ahora a un lado, levantarnos, y sabiendo que no caeremos de forma fácil otra vez, porque hemos encontrado la solución. Encontrar la cerradura que se adapte a la llave ha sido fácil, ahora bien encajar esa llave no lo ha sido, pues hay que limar sus aristas, mientras se cincela su forma, se adaptan sus curvas y se mutilan sus púas con ese suero inyectable.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios