Aún recuerdo aquellos días en que yo era un chaval y tu un hombre curtido, curtido por la humildad que te caracterizaba y acompañaba, aquel fino bigote que escondía una sonrisa limpia y aquella mirada noble que se clavaba en el contorno de tu viejo taller, una chiquera que antaño había sido guarida de cerdos, y que ahora habías convertido en enclave de numerosas ideas que proyectabas sobre sus parede dibujando imagines formadas por el ser del árbol más noble del mundo, imágenes variopintas, imágenes que se convertían en materia del arte Naif tan desconocido para ti, como desconocido era el futuro que te esperaba, un futuro lleno de sorpresas, de reconocimiento internacional, de un museo, toda esa parafernalia que ya te pillo jubilado, de vuelta de mil tumbos dados y por esas ventas de la guerra incivil, orgulloso defendiste la bandera Republicana, para terminar tu camino en Cataluña, Huesca, Jaca y Andorra.

Tras dos años en Francia a tu regreso de Argentina, te casaste con María, para en el sesenta y dos regresar a la madre patria, donde el sabor del tomillo y el peso de la romana te esperaba y te alojaba en tu querida aldea de los Huevonillas; Pedro, (Tío Pedro) como me gustaba llamarte, tenías una visión divina que habiendo nacido sin necesidad de una formación, "El todopoderoso" te eligió, y percibiendo las claves a través de tu mirada con ese vocabulario singular que te ha dotado la madre naturaleza, como un titán, de dotes taumatúrgicas, campo de ideas sobrenaturales, cuyo final está más allá de las capacidades humanas, haciéndolas descarnadas, salvajes, rudimentarias y puras, unas veces zoomórficas, cargadas de vicios, virtudes y otras veces religiosas, que vienen a demostrar la fuerza espiritual que hay en ti.

De citas, reuniones y televisiones te vestiste, también de exposiciones, Alicante, Granada, Almería y Sevilla te obsequiaron con la medalla de Andalucía; como el artista de Arboleas te conocieron y de gloria te colmaron y con esta letanía, poco era lo que escribías, porque al arte te dedicaste, te casaste, tuviste hijos y algunos árboles plantaste. Pedro (Tío Pedro), tal como dijo en sus versos Antonio Machado: "A la hora de partir la nao que nunca ha de tornar, me encontraréis ligero de equipaje y desnudo como las hijos de la mar".

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