Desayuno con diamantes

José Fernando Pérez

Procesos invertebrados

Se puede buscar el encuentro pero poco tarda en rebotar de nuevo la realidad, la que no se puede ya retorcer

Sprocesos invertebrados que tienden a mantener caóticas situaciones de las cuales no se puede salir fácilmente. Hay suscrito un contrato lejano en el tiempo y necesario en las formas, que inicialmente buscando un resultado final agradable a las partes consecuencia del contacto y el compartir las ilusiones que se dibujaban en la tramoya. Cada década de la vida tiene un designio propio que se ve truncado por la realidad incontestable del devernir de años y de experiencias que han sumado y restado a partes iguales. Moldean las circunvoluciones obligadas a tomar curvas de 90 grados con el acelerador a tope, echando la rodilla al suelo e incorporándose para ver nuevos horizontes. Días deshuesados, fabricados y adecentados para la ocasión. Se abren talentos ignotos, redescubren capacidades ocultas y no necesarias y mantienen un sinfín de actuaciones diabólicamente dispuestas para retroalimentarse: salir de una jaula para volver a meterse en ella.

La perspectiva de un camino solitario ausente de un fin y hoyado por miles de cuestas empinadas y caídas al vacío, acompañado tan solo por ti mismo y por las circunstancias que llevan a plantearse otra vez más el escenario que hace demasiado tiempo se pergueñó. La angustia de la soberbia machaca una vez y otra. Retumbar de oídos, la cabeza espesa de haber aguantado una y otra vez palabras de desaprobación, constante maniqueo de los términos con entonaciones interrogativas que transfieren una absurda simpleza adobada para la ocasión, autorretrato exiguo en su definición.

Entrar al trapo como el bravo o simplemente morderse por enésima vez el labio.

Anclado a la presa no hay más remedio que aguantar el tirón y vertebrar una realidad, no ocultarla, meritoria de ser comunicada porque lo que se escucha no se entiende y lo que no se entiende se desprecia.

Se han dispuesto los mecanismos de control necesarios para evitar que se tranformaran en tragedias, incluido el silencio, la escapada indómita al frío de la mañana, retorcer el acero hasta que te sangran las manos contando hasta 10 en una secuencia infinita. Se puede buscar el encuentro pero poco tarda en rebotar de nuevo la realidad, la que no se puede ya retorcer porque demasiados años han pasado y demasiado se ha vivido como para saber que la transformación no es posible sin sacrificio esfuerzo y eso es vertebrar demasiado.

¿Hemos aprendido algo de lo pasado?

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